Esto se puede comprobar en las clases de idiomas -inglés e italiano- abiertas por la Comunidad en Nicosia, en Larnaca y en el campo de refugiados de Pournara, repletas de jóvenes y adultos de diferentes orígenes - procedentes de Somalia, en su mayor parte, y luego del Congo, Camerún, Siria, Palestina, Líbano, Nigeria. Y nuevamente Afganistán, Pakistán, Sudán. Lugares que son todos, de maneras diferentes pero siempre dramáticas, teatro de tragedias humanitarias y, por tanto, hogares que deben abandonarse para buscar una vida segura en otra parte.
La entrega de los certificados del primer curso (el segundo acaba de comenzar) fue un momento de reafirmación para los estudiantes, que siguen con compromiso y seriedad los estudios propuestos. La escuela y la amistad devuelven la esperanza. Son la señal de que es posible reconstruir la vida después de los horrores de la guerra y la persecución.
La alegría y la emoción estaban en los rostros de todos, también de los profesores de la Comunidad, de los jóvenes y de los adultos que eligieron estas "vacaciones" con los solicitantes de asilo, una oportunidad para encuentros que ofrecen una comprensión diferente del mundo.
También para los niños, la escuela es un espacio de normalidad, de infancia recuperada: en los campos de refugiados de Kofinou y Limnes, situados a unos 40 km de la capital, está en marcha una Escuela de la Paz. La alegría de poder coger papel, cuadernos y colores es palpable. Muchos de ellos nunca han asistido a la escuela o hace tiempo que la abandonaron. Y no hay que subestimar -junto con las numerosas dificultades de la vida en el campo de refugiados- la ansiedad que sienten los niños al compartir con sus padres la espera - generalmente de 8 a 9 meses pero no siempre - de la solicitud de asilo político o la dramática frustración de quienes, tras la negativa, esperan la repatriación.
Por lo tanto, la escuela, tanto para los niños como para los jóvenes y los adultos, es una brecha en el muro que nos separa de un futuro pacífico. Por eso juega un papel tan importante la presencia de Sant'Egidio en los campos de refugiados, que es amistad, refrigerio, buena comida, pero sobre todo siembra de esperanza.