En unos días, el 1 de febrero, Mozambique empieza un nuevo curso escolar. En Polana Caniço, uno de los barrios más pobres de Maputo, todo está a punto porque el 14 de enero se hizo una ceremonia para inaugurar la restructuración y la ampliación de la Escuela de la Paz.
Sant’Egidio abrió allí la Escuela de la Paz a finales de los años 80. Por aquel entonces el barrio era el punto de llegada de muchos desplazados que huían de la guerra que se extendía fuera de las ciudades. En nombre Caniço se debe a que aquellos refugiados construían sus pobres casas con pequeñas cañas (el caniço) que abundaban en las zonas pantanosas de los alrededores.
En los años de paz han cambiado muchas cosas y Mozambique ha experimentado un notable desarrollo, pero Polana Caniço sigue siendo uno de los barrios más pobres de la ciudad, con evidentes bolsas de pobreza entre ancianos y niños.
Incentivar la asistencia escolar y luchar contra el abandono escolar (que muchas veces se debe a matrimonios prematuros de niñas adolescentes), crear un espacio dedicado a los más pequeños y a los adolescentes y educar a la paz, son algunos de los objetivos prioritarios de la Escuela de la Paz, cuyo papel es importante para que los niños que tienen dificultades con sus estudios (agravadas por las carencias del sistema educativo estatal: en el sistema público las clases pueden llegar a ser de 120/140 niños) puedan gozar de una ocasión educativa alternativa.
Al mismo tiempo, es un espacio de acogida y de atención para niños que pasan gran parte de su tiempo en la calle –a menudo obligados por la situación económica que viven – haciendo pequeños trabajos, como vender frutos secos o pequeños helados artesanales, o bien reuniéndose en bandas.
Por eso la Escuela de la Paz es un referente importante en el barrio para los más pequeños, niños y adolescentes, y también un lugar de dedicación voluntaria para muchos jóvenes mozambiqueños que se preocupan realmente por el crecimiento de las nuevas generaciones y, así, contribuyen a dar un futuro a su país.
En la ceremonia de inauguración se respiraba un clima de alegría y esperanza. Ante unos cientos de personas –muchos niños con sus familias–, el responsable del barrio tomó la palabra para dar su testimonio sobre el valor de la larga presencia de la Comunidad en aquella periferia, que hace años que centra la atención de Sant’Egidio.