San Lázaro es una de las iglesias más antiguas de Lima, la capital de Perú. En 2022 fue confiada a la Comunidad de Sant’Egidio (Frederic Comalat y Francisco Guevara, de la Fraternidad sacerdotal de Sant'Egidio, son el párroco y el vicepárroco) y se ha convertido en un punto de encuentro para personas de clases sociales diferentes, en una ciudad con muchos pobres y con una fuerte distancia entre pobres y ricos.
Allí tuvo lugar el encuentro entre Andrea Riccardi y las comunidades de Lima y de Bolivia. La visita de Andrea Riccardi tiene lugar en un momento delicado para Perú: los efectos de la pandemia, la situación de vacío político (tras la destitución del presidente Castillo) y la crisis económica han provocado un éxodo masivo de peruanos. A muchos los encontramos en nuestros centros de acogida de varias ciudades europeas. En la asamblea de la Comunidad, formada mayoritariamente por jóvenes, se habló, entre otros temas, de pasar de una "religión del deber" hecha solo de prescripciones y tradiciones, a un cristianismo feliz y evangélico que sepa hacer felices a los demás.
La Comunidad de Lima, que nació hace 25 años en la periferia y en barrios pobres, hoy es un sujeto importante en lugares significativos de la sociedad y de la cultura. La concesión del doctorado honoris causa a Andrea Riccardi por parte de la Pontificia Universidad de Perú fue, en un ámbito académico de los más reputados, el reconocimiento del valor del trabajo de Sant’Egidio, como expresión de la Iglesia del Concilio, en diálogo con todos, capaz de reconciliar a las distintas generaciones y de integrar a los excluidos de la sociedad.
Así lo puso de manifiesto el arzobispo Carlos Castillo, primado de Perú, que recordó el testimonio de servicio y de solidaridad que, desde 1968, cientos de anónimos y voluntarios llevan a cabo en la Comunidad de Sant’Egidio para que "resurja el mundo con la paz, poniendo a los pobres como opción preferencial" y "anunciando el Evangelio como luz de esperanza para la humanidad".
"Dios no ha abandonado la ciudad. En este mundo global, ya no existen espacios, regiones y tierras católicas homogéneas. Estamos en mar abierto, en medio de personas diferentes, fluctuando entre las diferencias. Hay que comprender la situación y navegar en el mar de una humanidad compleja", dijo Andrea Riccardi en la lectio magistralis que pronunció en ocasión de la concesión del doctorado. Destacó también que es una necesidad construir una Iglesia "capaz de acoger encuentros, comunidades verdaderas, comunicación verdadera, solidaridad con los pobres y arraigada en las periferias; una Iglesia que ayude a la ciudad a ser más fraterna y más comunitaria, en lugar de ser la periferia de lo humano".
Una fe que se convierte en cultura también es capaz de mezclarse con la religiosidad popular, muy arraigada en tierras peruanas. También el encuentro de la mañana siguiente en el Hogar Canevaro, el asilo para ancianos donde la Comunidad hace su servicio desde hace muchos años, reveló que los ancianos, a pesar de los problemas, tienen una fe viva.
Que Sant'Egidio está firmemente arraigada en la fe y en la cultura peruanas se vio también en el encuentro, familiar y alegre, entre Andrea Riccardi, acompañado por el arzobispo Castillo, y Gustavo Gutiérrez, de 95 años, uno de los "padres" de la teología de la liberación.