Desde hace poco Marguerite tiene una casa y es feliz. Sí, porque Marguerite es una de las muchas ancianas que, por desgracia, no tiene casa.
En Burundi los ancianos solo representan el 2,3% de la población. La esperanza de vida –gracias, entre otros motivos, a la paz que parece resistir– en los últimos años ha aumentado mucho: en los años 70 era de solo 44 años; ahora ha llegado a casi 60. Se prevé que en 2050 los ancianos lleguen a ser el 12% de la población. Sant’Egidio visita a los ancianos en zonas rurales y en Bujumbura, en varios barrios y en una residencia. Pero muchos de ellos viven sumidos en una pobreza extrema.
En los últimos días, gracias al trabajo de muchos de la Comunidad, se ha organizado una gran fiesta en Mugoboka, en la periferia de Bujumbura, con la gente del barrio. Marguerite, a la que conocimos hace muchos años, no dejó de dar gracias por aquel valioso regalo.