Actualmente viven en la casa cinco ancianos con itinerarios vitales distintos y en algunos casos dramáticos: los hay que salen de una historia de institucionalización en centros residenciales, mientras que otros vivieron largos periodos de soledad y abandono.
Con el paso de los años se ha creado alrededor de la casa una densa y muy diversificada red en la que personas y generaciones diferentes se integran para reconstruir un tejido familiar.
La responsable, Montserrat Vilaseca, en ocasión de la celebración del aniversario, destacó: “Esta casa familia se ha convertido en un modelo de convivencia gracias al cual los ancianos pueden vivir en un ambiente familiar, integrados en la vida del barrio. Aquí los ancianos acogen a los más jóvenes y generan un gran movimiento de solidaridad”.
Alrededor de la casa familia ha crecido el movimiento Viva los Ancianos con la promoción de varias iniciativas solidarias protagonizadas por los ancianos del barrio: preparación de comida para las personas sin hogar, creación de productos artesanos para ayudar a proyectos humanitarios en África o visita a las personas más frágiles y a los enfermos. A todo ello hay que sumar el trabajo por revalorar el patrimonio cultural del barrio y una densa red de relaciones con los más jóvenes, que de ese modo descubren la fecundidad de la relación con las generaciones que les preceden, el valor de su testimonio y de la cultura que transmiten.