Estos días Andrea Riccardi ha visitado la Comunidad de Hong Kong, donde se ha celebrado un congreso titulado “Oración, pobres y paz: el camino armónico de Sant’Egidio”.
Han sido días de escuchar y de reflexionar que han revelado el valor de la Comunidad en la sociedad asiática, dominada por un modelo de desarrollo económico basado en la competitividad y el consumismo, que generan división, soledad y crisis de los lazos familiares, que provocan sufrimiento sobre todo en los más frágiles y, entre ellos, los jóvenes y los ancianos.
Allí Sant’Egidio demuestra con la oración, la fraternidad y el servicio a los más pobres –sobre todo los ancianos y las personas sin hogar– que es posible y necesario reconstruir un tejido humano y familiar porque “nadie se salva solo”, como recordó Andrea Riccardi, quien invitó a la Comunidad a “salir de prisa para ir hacia los demás”, porque el camino armónico de Sant’Egidio se construye descubriendo la alegría del encuentro, comprendiendo el ‘secreto’ que da la alegría: “hay que socorrer a los débiles, recordando las palabras del Señor Jesús que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en recibir (Hch 20,35)”.
Un signo de este camino armónico es la Casa de la Misericordia, donde desde hace unos años viven algunas personas que la Comunidad conoció haciendo el servicio a los sintecho, cuyo número aumenta en Hong Kong y ya son varios miles. “Siempre recordaremos el momento en el que cruzamos la ‘puerta santa’ de esta casa”, escribieron en una carta dirigida a Andrea Riccardi para agradecerle su visita, “porque nos ha devuelto la dignidad y nos ha enseñado que los pobres no son un problema sino hermanos”.
También manifestó su reconocimiento por la presencia de Sant’Egidio en Hong Kong el obispo de la ciudad, el cardenal Stephen Chow, que expresó su intención de confiar a la Comunidad el uso de una iglesia y de algunos locales en un barrio próximo a la nueva universidad católica para alentar la presencia entre los jóvenes.