La Comunidad de Sant’Egidio expresa su pesar por la muerte de Su Beatitud Anastasios, primado de la Iglesia ortodoxa de Albania, un amigo del diálogo y de la paz, inspirador de un humanismo ortodoxo abierto a la universalidad

Su Beatitud Anastasios Yannatoulatos, arzobispo ortodoxo de Tirana y primado de Albania, ha muerto hoy en Atenas a la edad de 95 años. La Comunidad de Sant’Egidio se une al dolor y a la oración de su Iglesia y lo recuerda como un pastor bueno, hombre de diálogo y de paz, un queridísimo amigo.

La amistad con él se remonta a principios de los años 90, cuando empezaba su misión en Albania,  donde reconstruyó la Iglesia ortodoxa con las ruinas humanas y materiales del tiempo de Enver Hoxha, y continuó a lo largo de muchos años de encuentros y visitas recíprocas. Compartimos la dedicación al diálogo ecuménico e interreligioso y participó en los encuentros internacionales de oración por la paz en el espíritu de Asís desde 1993, en Milán; en 2015 acogió en Tirana el encuentro “La paz siempre es posible”.

“Lo contrario de la paz no es la guerra, sino el egocentrismo, tanto individual como étnico o racial”, dijo en aquella ocasión en su intervención en la inauguración. “El egocentrismo mueve las distintas formas de violencia que dan muerte de varios modos a la paz. Este es el principio que inspira y proporciona herramientas para grandes y pequeños conflictos; y es lo que afecta al hombre y a las comunidades con un odio que no termina”.

Su historia personal pasa por varios mundos , como recuerda el libro que en 2022, en ocasión de sus 50 años de episcopado, publicaron Roberto Morozzo y Tommaso Opocher: “Anastasio de Albania, hombre de muchas patrias”. Desde el Pireo, donde había nacido, y desde su juventud en Grecia, había estado al servicio de la ortodoxia de muchas maneras, como la misión en África oriental. En 1991 recaló finalmente en Albania.
Estaba justamente orgulloso de la resurrección de la ortodoxia en el país, fruto  de su fe, de su carisma evangélico, de su voluntad y de su abnegación misionera. Pero no era solo el refundador de una Iglesia local. Era una personalidad conocida a nivel internacional y se había convertido en un punto de referencia espiritual y moral par toda la ortodoxia gracias a sus constantes intentos de exhortar a todo el mundo a la comunión y a la fraternidad, contra toda lógica política o étnica. Decía que aspiraba a ser un oikumenikos antropos, “es decir, ser un hombre ecuménico, entendido como sinónimo de discípulo de Cristo, que todo lo abraza”.

Andrea Riccardi escribió sobre él: “A pesar de que la suya era una Iglesia pequeña, Anastasios es un gran personaje de la Iglesia contemporánea porque era un hombre de fe, inspirador de un humanismo ortodoxo que puede hacer una gran aportación al humanismo global”.