El primer corredor humanitario tras el confinamiento ha llegado hoy a Roma. Ha llevado desde Lesbos a 10 refugiados originarios de Afganistán: son dos familias, una joven pareja y un joven que esperaban desde hacía meses el permiso para salir, suspendido a causa del covid-19.
Es uno de los "corredores del Papa", que se inauguraron con la visita del papa Francisco a Lesbos en 2016 y han continuado gracias a la sinergia entre Sant’Egidio y la Limosnería Apostólica. "Los corredores humanitarios –dice Andrea Riccardi– son la prueba del 'nunca solos', porque son el fruto de una amplia sinergia entre personas de buena voluntad, instituciones y asociaciones. Y demuestran que en Italia hay un sentimiento difuso de solidaridad, como se ve también en la complicidad con la que se está llevando a cabo la regularización de los trabajadores migrantes".
La situación de los refugiados en Lesbos en los últimos meses se ha hecho aún más dramática a causa de la pandemia. La suspensión de movimientos entre Estados para prevenir el contagio es como si hubiera "atrapado" a los refugiados, que debían tener el derecho de abandonar unos campos cada vez más sobrepoblados.
Muchas personas los han recibido en el comedor de Sant'Egidio de Roma. Andrea Riccardi, dándoles la bienvenida, recuerda el primer encuentro con algunos de ellos en Lesbos, donde fue acogido en la tienda donde vivían: "No habéis sido olvidados".
Una familia ha traído consigo un cuadro en el que hay representados unos ángeles. Razieh, la madre, en una carta, explica su significado:
"Los refugiados que están en Moria, viven en una situación difícil y espantosa: no gozan de los derechos fundamentales, los necesarios para vivir, están deprimidos, han perdido toda esperanza, no pueden ni volver atrás ni seguir adelante.
Los refugiados necesitan ayuda de todo el mundo.
Cuando Dios creó al hombre, puso una luz en su corazón llamada amor y humanidad.
Si hubiera profetas divinos en este siglo, ¿qué les dirían a las personas de fe? ¿Ha muerto la humanidad en este mundo? Estas han sido las preguntas que me hice.
Luego de repente vi a unos ángeles custodios con el corazón lleno de fe y de cariño hacia los demás, que recibieron una orden y vinieron de Dios para ayudar a los refugiados: yo volé con ellos como las palomas para llegar a un lugar tranquilo y mejor. Dedico esta pintura a aquellos ángeles que en la Comunidad de Sant’Egidio siempre están dispuestos a ayudar a las personas desesperadas".