Dora celebró su 95 aniversario en un piso tutelado municipal para gente mayor en la Barceloneta. Vive sola, pero no ha sufrido la soledad.
Así lo explicó al periódico La Vanguardia. Lee el artículo
“Siempre me dan sorpresas y está me ha encantado. A pesar de la desgracia me he sentido muy acompañada”, nos cuenta Dora por teléfono. “He cumplido los 95 y gracias a Dios no tomo ningún medicamento”, añade.
Los amigos de Dora son muy jóvenes: una es Anna, de 15 años, de los Jóvenes por la Paz de Sant’Egidio.
Se conocen desde hace un par de años e incluso han compartido una estancia veraniega en Solsona, donde ancianos y jóvenes pasaron unos días de vacaciones. Antes de la epidemia, ella y otros jóvenes ya visitaban a Dora y otros ancianos del Raval para pasear un rato con ellos, acompañarlos al médico, organizar alguna fiesta o llevarlos a una plegaria de la Comunidad. Ahora los llaman por teléfono o whatsapp y les envían cartas. Otros voluntarios les traen comida o medicinas para que no tengan que salir.
Marta Poch, responsable del servicio de atención a los ancianos en la Barceloneta, nos explica que esa iniciativa forma parte del programa “Viva los ancianos” que puso en marcha Sant'Egidio en Barcelona en 1992. “Queremos sacar del aislamiento a los que están solos”, como también se hace con la ayuda a los sin techo.
“Todos podemos estar al lado de los ancianos”, afirma Jaume Castro, responsable de Sant'Egidio Catalunya. “En algún momento de la pandemia se ha planteado como si tuviéramos que elegir entre salvar un anciano o una persona sana. Hemos hecho un esfuerzo para alargar la vida de los mayores y ahora la menospreciamos”. Castro cree que “la crisis ha revelado que hay otra epidemia que es la soledad” y que “hay que encontrar alternativas a la institucionalización de las residencias”.