Estos días la Comunidad de Sant’Egidio ha conocido a cientos de migrantes, muchas familias y muchos niños, gracias a la apertura de un Centro de Día dentro del Albergue de Belén, el primer centro de acogida en tierras mexicanas después de la frontera con Guatemala. Actualmente se alojan en este centro más de 300 personas de 8 nacionalidades diferentes, entre los que hay 85 niños.
Son muchas, las historias que han obligado a estos migrantes a dejar su tierra, como por ejemplo los que huyen de las bandas criminales juveniles centroamericanas (maras). El elemento común de estas historias es el deseo de alejarse de la violencia y de la injusticia para vivir un futuro de paz y serenidad.
Para los niños, la Comunidad ha abierto dos Escuelas de la Paz, una para niños de 3 a 6 años, y otra para los mayores.
Para los adultos, en cambio, se han inaugurado dos escuelas, una de inglés que ha tenido un éxito enorme, y otra de alfabetización para quien nunca ha aprendido a leer y escribir en español, como muchas mujeres trabajadoras, campesinos y jóvenes mecánicos. Si, como se preveía, los niños han respondido con alegría a la invitación de ir a la Escuela de la Paz, ha sido una sorpresa ver con qué felicidad y atención seguían los adultos las clases.
Muchos de los migrantes que se alojan en el Centro todavía no tienen respuesta a su petición de reconocimiento de asilo y tienen miedo de salir de Belén. La policía realiza a menudo arrestos masivos por las calles de Tapachula y se lleva a los no mexicanos a un centro de detención y expulsión a 80 km de la ciudad. Desde este centro los migrantes que han presentado solicitud de asilo solo pueden salir al cabo de muchos días, mientras que los demás son repatriados. Nadie quiere que lo encierren en aquel lugar, formado por 4 grandes bloques, uno para hombres, uno para mujeres, uno para menores no acompañados y uno para familias. Ninguno puede comunicarse con el exterior ni entre ellos.
La presencia de muchos jóvenes de la Comunidad ha sido recibida como una novedad por los migrantes y por el personal del centro, acostumbrados, en la mayoría de casos, a realizar solo trámites administrativos y burocráticos, porque devuelve una "normalidad" a la vida, borrando el tedio de la larga espera de documentos y brindando esperanza en el futuro.