La mañana del 1 de julio una delegación de Sant’Egidio fue a la cárcel de Mulanje, donde la Comunidad local hace años que visita regularmente a más de 600 detenidos. Recientemente los mismos presos y algunos guardias han empezado a reunirse para hacer la oración de la Comunidad. La cárcel de Mulanje, situada en una amplia zona del sur de Malaui que a menudo recibe los azotes de ciclones y temporales, es un lugar donde las condiciones de vida de los detenidos suelen ser críticas. Entre los principales problemas está el de la superpoblación del centro penitenciario que ahora alberga al doble de detenidos de su capacidad. Sant’Egidio ha dotado la cárcel con un sistema hidráulico para el funcionamiento de los servicios higiénicos, para el cultivo de productos alimenticios y para suministrar agua potable.
La Comunidad también ha construido un centro donde los presos pueden trabajar como carpinteros y sastres. La población carcelaria es muy joven y no es raro que la detención se prolongue más de lo estipulado por falta de asistencia legal. La fidelidad de las visitas a los presos, con la Escuela del Evangelio y la oración, es, para los presos, un signo de esperanza de que la vida puede volver a empezar plenamente, una vez se cumple la pena.
“Estaba en la cárcel y vinisteis a visitarme... como las estrellas que iluminan el cielo. Así es como Sant’Egidio guía nuestra vida”, dijo un representante de los presos en las palabras de bienvenida que pronunció.
También en Mulanje, tras los devastadores efectos del ciclón Freddy de 2023, Sant’Egidio construyó
dos casas donde ahora viven cuatro ancianos que estaban solos, y cuyas viviendas quedaron destruidas. Las dos nuevas viviendas son un signo tangible de solidaridad y de reconstrucción social y destacan el valor
de la alianza entre jóvenes y ancianos en un país en el que a menudo quienes envejecen quedan marginados.
El viaje de Marco Impagliazzo prosiguió con la visita a las casas familia para los niños de la calle que Sant’Egidio abrió en Malaui. En Blantyre, una casa acoge a doce niñas, que de ese modo pueden reanudar sus estudios y aprender un oficio. Las menores de más edad van a una escuela de costura, donde hacen sus propios vestidos y los uniformes para los alumnos de una escuela cercana. Recientemente, una mujer con seis niñas ha sido acogida en un nuevo centro, la casa de Elena, una donación de una familia genovesa en recuerdo de su hija que murió prematuramente.
En Lilongwe, la capital de Malaui, Marco Impagliazzo inauguró una nueva casa donde viven tres niños de la calle, de entre 5 y 10 años que, gracias a la Comunidad local, han vuelto a la escuela. Los Jóvenes por la Paz de Lilongwe les ayudan a seguir sus estudios.