Ina, Anya, Oksana y Yuliana son cuatro refugiadas de guerra. Salieron de Dnipro, Jarkov y Mikolayev los primeros meses del conflicto entre Rusia y Ucrania y hallaron en Leópolis su nueva dimensión y, sobre todo, su nueva casa. Allí, a un par de horas de la frontera con Polonia, los voluntarios de la Comunidad de Sant’Egidio llevan un centro que aloja y ayuda a la población que huye del frente, y desempeñan una función fundamental en el ámbito de la acogida interna de refugiados de Ucrania oriental.
A principios de julio visitamos el centro, justo los días en los que la ciudad de Leópolis sufrió nuevamente la pesadilla de los bombardeos. Yuri Lifanse, responsable de la Comunidad de Sant’Egidio de Ucrania, nos recibió y nos llevó a vivir de primera mano la experiencia de los voluntarios y las personas que acuden habitualmente al centro, situado en un antiguo restaurante.
Cruzamos la mirada de personas desconocidas que han visto con sus propios ojos qué significa la guerra. Escuchamos sus palabras en una lengua que no comprendíamos, pero pudimos percibir el sentimiento de agradecimiento y fraternidad que se respira en el centro, que se expresa en las palabras de Anya, una de las refugiadas que decidieron explicarnos su historia: “Estoy aquí para ayudar, después de que me ayudaran a mí. Sentí este calor, esta actitud cordial con la gente y eso me llegó. Espero que la paz llegue cuanto antes”. Es una esperanza que toma cuerpo en el centro de la Comunidad de Sant’Egidio, corazón del centro histórico de Leópolis y de la maquinaria de acogida de toda Ucrania.
Reportaje de Elena Brizzi y Simone Matteis (Futura News)
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