Todos los días, unas 550 personas vienen a cenar a las Carpas de la Amistad, justo al lado del campo de refugiados de Pournara. Para acogerlos, personas de Sant'Egidio de Italia, Francia, Bélgica, España, junto a jóvenes refugiados que se sumaron como voluntarios, se dedican a servir las mesas cada día, con ilusión y fidelidad, o bien hacen la Escuela de la Paz con niños. En la pared de la casa frente a la cual estudiamos y dibujamos, se ha levantado el "muro de la paz", donde adultos y niños cuelgan dibujos, pensamientos, cartas.
Hay muchos menores no acompañados, algunos muy jóvenes. Vienen de Afganistán, Siria, Somalia. Tienen largos y terribles viajes detrás de ellos. Y una gran necesidad de vivir su adolescencia, como todo el mundo. Para ellos, todas las mañanas hay una escuela de inglés en Nicosia (pero pronto se abrirá un turno de tarde en las Tiendas de la Amistad) y viajes culturales y recreativos. Ayer, un grupo de 50 personas fue a visitar el zoológico de Pahos en el oeste de la isla: un día para niños, no para refugiados.
El sábado por la noche, bajo las Carpas, se celebra la liturgia. Son muchos los que participan: los cantos de la Comunidad y los de los países de donde vienen los migrantes se unen en un alegre coro.
Visitantes y amigos también vienen a la Carpa todos los días. Tras la visita de los embajadores de Francia e Italia, se esperan otras representaciones en los próximos días. Los responsables del campo también acompañan nuestro trabajo con gran simpatía. De hecho, a muchos les interesa el modelo de acogida e integración de la Comunidad, del que las Carpas, con su mezcla continua de "los que ayudan y los que son ayudados", son un ejemplo concreto.