La comunidad de Praga ha pasado unos días de vacaciones con un grupo de unas 50 mujeres y niños refugiados de Ucrania en las montañas de la República Checa. Han sido unos días de reposo, de excursiones, de juegos y de serenidad alegre.
Ser familia ha significado paz y acogida para los que tuvieron que huir de la guerra y para los que, tras dos años en Praga, aún reciben hostilidad en lugar de acogida. Vivir juntos estos días ha dado dignidad a personas que no habían tenido la oportunidad de descansar desde que la guerra ocupó su vida.
Cada día, con insistencia, rezaron por la paz y hablaron de cómo contribuir a hacer que nuestras ciudades sean más humanas y solidarias.