El 17 de junio es el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, un tema que afecta a todo el planeta y que tiene como objetivo demostrar en 2022 que «invertir en suelos sanos es una decisión económica e inteligente».
El día se anunció hace 27 años tras la aprobación de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), el primer compromiso mundial y legalmente vinculante para abordar el problema.
El objetivo de la Convención es mitigar los efectos de la sequía mediante actividades de cooperación internacional y acuerdos de asociación en los países más afectados, en particular en África.
Las sequías son uno de los desastres naturales más destructivos en términos de pérdida de vidas, debido a impactos como la pérdida de cosechas a gran escala, los incendios y el estrés hídrico. Se estima que para 2025, casi 1.800 millones de personas se verán afectadas por este problema, y que para 2050, la sequía podría afectar a tres cuartas partes de la población mundial.
Es un problema urgente y global.
Una demostración de esto son algunas áreas de Malaui, en particular el área de East Bank, un territorio muy rural del país donde los medios de vida de la población están estrechamente vinculados a los recursos agrícolas y que cíclicamente, debido al cambio climático, se ve afectada por sequías agudas.
En este contexto, con el empeoramiento de la situación, el Programa DREAM de la Comunidad de Sant'Egidio ha actuado brindando ayuda alimentaria, sanitaria y participando en proyectos ecosostenibles.
Los datos relacionados con la sequía en África son alarmantes pero, con ingenio, dedicación y solidaridad, se pueden poner en marcha iniciativas que mejoren la vida de las personas tan duramente afectadas, garantizando que los medios de subsistencia ya no se pierdan debido a la aridez de la tierra.
DREAM, que lleva 20 años operando en el continente africano, siempre ha prestado atención al problema ecológico, mejorando la biodiversidad con la creaciónde «huertos comunitarios» cuyos protagonistas y beneficiarios son personas con VIH incluidas en el Programa que, con la ayuda de expertos agrícolas, recuperan las producciones tradicionales y enseñan nuevas técnicas de cultivo.
La siembra de frutas y verduras locales como alternativa al cultivo intensivo de maíz, permite contrarrestar la vulnerabilidad alimentaria vinculada al cambio climático.
Con el huerto comunitario se llevan a cabo todas las actividades: la preparación del suelo, la siembra, el deshierbe y el riego. En algunos centros del Programa DREAM, los huertos producen okra, pimientos, tomates, bonongwe, ajo, cebollas y verduras.
Además de proporcionar alimentos, el huerto comunitario, presente en unos 60 centros DREAM, es un lugar donde se pueden llevar a cabo muchas actividades recreativas y educativas, como enseñar el respeto mutuo y concienciar sobre la importancia de cuidar el medio ambiente.