Los refugiados de Lesbos se enfrentan a un futuro incierto. Sant'Egidio ayuda con alimentos y con la esperanza de una puerta abierta

Del 22 al 26 de marzo una delegación de la Comunidad de Sant'Egidio ha vuelto a Lesbos para ayudar a los refugiados repartiendo alimentos y productos de higiene personal, en la visita de preparación de los corredores humanitarios.

La primavera empieza con días fríos en la isla de Lesbos (Grecia), donde miles de refugiados viven con poca ropa y las pocas pertenencias que les quedan después de los incendios que ha habido en el campo. Más allá de los cercados y los lugares improvisados para cobijarse, su vida se rige por el confinamiento dictado por la pandemia: nadie puede salir libremente, cada semana se publica la lista de los números de tarjeta que tienen derecho a breves salidas por motivos de necesidad.
Hasta 450 personas, muchas de ellas recién llegadas a la isla, se han beneficiado de los alimentos, los productos de higiene y los bonos de compra que ha llevado la Comunidad. Son los cabezas de familia, que han recibido la invitación gracias a refugiados amigos de la Comunidad, y son los únicos autorizados a salir del campo cercado.

Nuevas llegadas
Hay muchas caras nuevas. Últimamente vuelve a haber nuevos desembarcos. Las islas del Egeo son la puerta de Europa para la migración proveniente de Siria, Afganistán, el Congo y Somalia, y aumentan las llegadas de otros países africanos como Sierra Leona, Marruecos y Uganda.
Las mujeres que llegan, a menudo huérfanas o jóvenes que empezaron a trabajar como asistentas familiares ya de pequeñas, huyen de la pobreza, de matrimonios forzados, de la violencia y de la explotación por parte de sus compatriotas en los países de llegada. Es el doloroso fenómeno de la trata y de las nuevas rutas que se están dibujando.

Incertidumbre
Tras meses sin servicios higiénicos en el campo, ahora ya funcionan las duchas, donde por turnos de siete minutos los refugiados pueden lavarse. Las familias tienen derecho a tiendas con espacios separados, que con cierta ironía reciben el nombre de 'apartamentos'.
Si algunos aspectos de la vida en el campo están mejorando, en los últimos meses se está produciendo una nueva situación: Mitilene, ciudad de la isla de Lesbos, se está llenando de asentamientos y alojamientos precarios que cobijan a las familias que han salido del sistema de acogida, aquellos a quienes se les ha negado el asilo y aquellos que un mes después de haber obtenido el asilo ya no tienen derecho a asistencia.

La historia de B., de ayudante a indocumentado
Algunos refugiados se esconden durante meses, sin salir nunca de su "casa" por miedo de que les repatrien. Es el caso de B., amigo de la Comunidad desde 2019, que hacía de intérprete para el servicio griego de asilo. Al negársele la petición de asilo, empezó a esconderse, mientras los funcionarios del campo que no conocían la denegación de su petición, seguían buscándole porque le necesitaban.

Las puertas de Europa
Durante los días de la visita, el personal de Sant'Egidio siguió escuchando las historias de los refugiados, mientras preparaban las próximas llegadas de los corredores humanitarios. Muchas peticiones de asilo son denegadas, miles de personas, familias con niños no saben adónde ir o adónde volver, no tienen derecho al reasentamiento en otro país de la Unión Europea. Se preguntan con preocupación cómo terminarán, mientras examinan las condiciones jurídicas que permiten entrar en Europa. Mientras se discute del futuro del modelo de acogida de los refugiados en Europa y se espera la visita de la comisaria europea  Ylva Johansson, se consolida el proyecto de un nuevo campo cerrado en medio del bosque, al lado de un camino de tierra. Cada vez más lejos de los ojos de Europa.

 

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