En la isla griega de Lesbos, el frío envuelve las tiendas del campo de refugiados más grande a las puertas de Europa. Desde Roma y desde Nápoles un grupo de la Comunidad de Sant’Egidio y de los Jóvenes por la Paz ha decidido pasar los primeros días de 2020 en el campo de Moria.
"Es la primera vez que soy feliz", confía un hombre en un momento de fiesta. Es una situación difícil, la de los migrantes que emprenden un largo viaje con la esperanza de entrar en Europa, dejando atrás la guerra y la violencia: son sirios, afganos, somalíes y congoleños. En la isla griega se detienen las esperanzas de muchos, que durante meses y años –no días– no pueden continuar su viaje. Son 19 mil personas en un lugar preparado para 4000.
Comidas y cenas, organizados por la Comunidad, intentan abrazar en un clima de fiesta a los refugiados que viven en la isla. "Nos sonreímos como si nos conociéramos desde siempre, ellos nos dan las gracias y vemos en sus ojos que nos imaginan felices porque vivimos en la parte afortunada del mundo", explica Francesca, de los Jóvenes por la Paz. Es un sentimiento de fraternidad que hace surgir una promesa en los jóvenes europeos: "algo debe cambiar".
Hay la esperanza de que algo está cambiando. La iniciativa en el periodo navideño continúa, con calor humano, con el verano de solidaridad de Sant'Egidio en las islas griegas de Lesbos y Samos. Además, se produce pocas semanas después de los corredores humanitarios de Sant'Egidio y la Limosnería Apostólica, que han permitido que 33 refugiados hayan llegado a Italia.