Admon Alhabib tiene 20 años y se fue de Al-Qaryatayn, cerca de Homs (Siria), en 2016. Su ciudad quedó arrasada por las luchas entre los fieles al presidente Bashar al Assad y las tropas rebeldes. Su padre murió por un ataque al corazón cuando huía de la ciudad. Ahora este joven estudia y trabaja. Por la tarde va a la escuela y por el día ayuda a dos ancianos en su vida cotidiana. Pero también hace mucho voluntariado, gracias a la Comunidad de Sant’Egidio. Cada fin de semana va a ver a los residentes de la casa de reposo Santa Margherita del barrio de San Saba de la capital italiana. Un gesto de cercanía que le permite a Admon dialogar con personas que vieron y vivieron el crecimiento de Italia desde la posguerra hasta hoy.
Admon llegó a Italia con los corredores humanitarios, de la Comunidad de Sant’Egidio, la Federación de Iglesias Evangélicas de Italia, la Mesa Valdense y la CEI-Cáritas, un proyecto totalmente autofinanciado. Desde febrero de 2016 hasta hoy ya han llegado casi 2500 sirios que huían de la guerra y personas del Cuerno de África.
Los objetivos de estos corredores humanitarios son evitar los viajes con pateras a través del Mediterráneo, que ya han provocado un altísimo número de muertos, muchos de ellos niños; impedir la explotación de los traficantes, que se lucran con aquellos que huyen de la guerra; permitir que personas en "situaciones de vulnerabilidad" (por ejemplo, además de personas que son perseguidas y torturadas, también familias con niños, ancianos, enfermos y personas discapacitadas) entren legalmente en territorio italiano con un visado humanitario y tengan la posibilidad de presentar posteriormente la petición de asilo.
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