"Hay más de 80 campos de refugiados –tiendas y barracas hechas con plásticos, madera y chapas en lugares escarpados de tierra y barro a causa de las lluvias– en los que viven familias numerosas y por muchísimos niños. Es un pueblo de niños que piden tener un futuro, cuya vida está amenazada cada día porque falta de todo, sobre todo alimentos y agua potable. Resaltan unos ojos demasiado grandes en sus caras, unos cuerpos demasiado delgados, que han sufrido el hambre y el cansancio de largas marchas. Son ojos que te miran con esperanza, con curiosidad, pero lees en ellos un infinito miedo. Son estos ojos, lo que más te impacta cuando te adentras en estas extensiones de cabañas o simples cobertizos, que reciben impropiamente el nombre de “campos de refugiados” donde se amontonan los rohinyás".
Estos días, un representante de la Comunidad de Sant'Egidio está en Bangladés para repartir las primeras ayudas recogidas gracias a las donaciones recibidas hasta el momento. Él nos hace conocer más de cerca la realidad de los refugiados de Myanmar.
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Con las primeras ayudas recibidas hemos comprado medicamentos, instrumental sanitario y productos de primera necesidad para los refugiados rohinyás que están en la zona de Cox’s Bazar.
El reparto se realiza en colaboración con el MOAS (Migrant Offshore Aid Station), que ha abierto un hospital en el campo de Shamplapur y abrirá otro en el campo de refugiados de Unchiprang.
SSe trata de antibióticos, fármacos pediátricos, analgésicos, antiinflamatorios, fármacos específicos, anti-hipertensivos, fármacos de urgencias, junto a kits de diagnóstico rápido e inyectables. Además, hemos llevado instrumental como ECG, un ecógrafo portátil, CTG y cardiomonitor, y otros dispositivos para realizar pruebas médicas y para emergencias. Pero lo primero que hacemos es repartir alimentos, empezando por la alimentación neonatal.
Durante la misión en Bangladés entramos en contacto también con la población rohinyá de un pueblo que está en la frontera con Myanmar. Allí conocemos multitud de historias de un drama que parece no tener fin.
Desde el 25 de agosto ya han llegado 607.000 personas a la zona de Cox’s Bazar. Esta es la cifra de los censados, pero se habla de casi un millón. La mayoría de ellos ha cruzado la frontera por tierra, a través del único paso existente, pero otros han llegado a Bangladés por mar. Huyen de la limpieza étnica de Myanmar. Su número aumenta día tras día. Los miles que llegan duermen en lugares improvisados con plásticos y tiendas que reparten grupos de ayuda. Los líderes de la comunidad rohinyá dicen que estos días su gente tiembla de frío por la noche. Las últimas lluvias han comportado un fuerte descenso de las temperaturas.
Con el invierno a las puertas, los rohinyás necesitan ropa de abrigo. Las lluvias y el viento han provocado desde hace unos días un descenso de las temperaturas que agravan su sufrimiento. Necesitan cobijo, alimentos, agua potable, servicios sanitarios... Los niños y los ancianos son los que más sufren: ya se han producido brotes de enfermedades por el frío, como infecciones de las vías respiratorias.
Por eso el objetivo de este primer viaje ha sido, entre otros, poner en marcha un proyecto de colaboración con la Caritas local, con la Muhammadiyah indonesia que está presente en la zona y con otras organizaciones que trabajan en los campos de refugiados actualmente para continuar nuestro trabajo de ayuda durante las próximas semanas y meses.
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