El 15 de diciembre, el norte de Mozambique quedó conmocionado por el paso devastador del ciclón Chido. Más de 70 vidas destrozadas, 35.000 viviendas dañadas o destruidas y unas 150 escuelas sufrieron daños graves. Números que hablan de una tragedia, pero que no describen del todo el dolor de aquellos que perdieron todo en pocos minutos.
Cabo Delgado, la región más afectada por el ciclón, es una zona ya marcada por años de sufrimiento. Los atentados terroristas que se han sucedido desde el 2017 han obligado a miles de familias a huir de sus casas, buscando refugio en unas condiciones ya muy precarias. Para muchos, esas barracas o tiendas frágiles representaban el único refugio que quedaba. Con el ciclón Chido, incluso esto se ha destruido, dejando a estas personas en una condición de total vulnerabilidad.
En medio de esta catástrofe, la Comunidad de Sant'Egidio de Pemba se ha vuelto a acercar a los damnificados. Con una presencia constante entre los desplazados, la Comunitat demostró que la solidaridad no es sólo una palabra, sino un compromiso concreto. En los días posteriores al ciclón, más de 300 familias desplazadas recibieron kits de alimentos y material de higiene. Una ayuda imprescindible para aquellos que, en un instante, se encontraron sin hogar, sin comida, sin certezas.
Pero esos gestos no son sólo una respuesta a la emergencia. Son un signo de esperanza y de proximidad, una forma de decir a quienes lo han perdido todo que no están solos. Y son una invitación a la comunidad internacional a no olvidar esa región atormentada, que paga un precio muy alto en términos de vidas y dignidad.