El domingo 16 de julio se reanudó la acogida de refugiados en el Memorial de la Shoá de Milán, coordinada por la Comunidad de Sant'Egidio. Cada tarde 40 refugiados son acogidos en los locales de la institución que recuerda las vías subterráneas de la Estación Central desde las que, en los años 1943-45, eran deportados judíos y opositores políticos hacia los campos de concentración y exterminio.
Allí los inmigrantes reciben durante algunos días cena y desayuno, y pueden dormir y lavarse. Sobre todo pueden ver caras amigas durante sus viajes huyendo de la guerra, las dictaduras y la pobreza. Tras anunciar la reapertura del Memorial, varios cientos de milaneses se han puesto en contacto con la Comunidad de Sant'Egidio ofreciendo su ayuda como voluntarios. Si la hostilidad y la xenofobia son contagiosas, la solidaridad también lo es.
La iniciativa que ha puesto en marcha Sant'Egidio y la Fundación Memorial de la Shoá forma parte plenamente de los trabajos de acogida impulsados por el Ayuntamiento de Milán; no obstante, no recibe fondos públicos, sino que se basa únicamente en el trabajo gratuito y las donaciones de particulares. También es relevante el carácter interreligioso y ecuménico de la acogida: junto a la Comunidad y a algunas parroquias, por las tardes en el Memorial se alternan voluntarios judíos, musulmanes, anglicanos, hinduistas y no creyentes.
El servicio de acogida en el Memorial de la Shoá es un servicio que la Comunidad de Sant'Egidio puso en marcha en 2013 con los refugiados que estaban de paso hacia el norte de Europa. Eritrea, siria, iraquí, sudanesa, etíope, palestina, subsahariana, afgana y paquistaní son algunas de las nacionalidades (23 en total) de las personas que son acogidas en el Memorial. De junio a noviembre de 2015, meses en los que los refugiados se quedaban pocas noches en Milán, fueron 3.707; en el mismo periodo de 2016, cuando el endurecimiento de las condiciones en las fronteras hizo más difícil el tránsito hacia el norte de Europa, fueron 1.474. Este año se presta una atención especial a los menores no acompañados.
Liliana Segre, una de los pocos supervivientes de los trenes que salieron hacia los campos de concentración, comparte la idea de acoger a los refugiados. En 1943 su familia pagó a un traficante para pasar la frontera con Suiza, pero un policía helvético no les dejó pasar diciendo: "No podéis entrar... la barca está llena". "Me eché a sus pies –ha recordado muchas veces la anciana, que entonces tenía trece años– suplicándole entre sollozos que no nos devolviera a Italia". No hubo nada que hacer, fueron llevados a la cárcel de San Vittore y luego a Auschwitz. Liliana quiso que la palabra "INDIFERENCIA" estuviera escrita con caracteres grandes en la entrada del Memorial para recordar la indiferencia de los milaneses de entonces frente a lo que estaba pasando ante sus ojos. Hoy, con la acogida a los refugiados, aquella advertencia ha inspirado un "rescate de la Historia".