Andrea Riccardi en el Global friendship to live together in peace
“He visto que sois muchos, pero no solo sois muchos: sois hermosos. Estoy muy contento porque es la primera vez que participo en uno de vuestros encuentros. Elian hablaba de Asís, luego París, luego la mítica Barcelona. Y ahora finalmente, Roma. El motivo por el que estáis aquí es este: Global Friendship. Y también para decir no a las palabras duras entre europeos, entre jóvenes, las palabras duras contra quienes vienen del sur del mundo. Porque nosotros pensamos que no hay futuro para un país europeo contra el otro, para una nación europea contra la otra, no hay futuro. El único futuro es juntos. Una amistad entre europeos. Nosotros incluso no nos contentamos con una amistad entre europeos, sino que queremos una Global Friendship. Entonces lo más hermoso de aquí es que más de 1000 jóvenes europeos intercambian palabras de amistad, palabras de solidaridad y dicen que no nos gustan las palabras que dividen y las palabras que se convierten en armas de unos contra otros: no nos gustan.
Vosotros estáis aquí por los 50 años de Sant’Egidio y os doy las gracias, os doy las gracias por haber venido aquí a Roma. No puedo explicaros toda la historia de Sant’Egidio. Pero querría hablaros solo de un año: 1968. En 1968 estalló un movimiento de jóvenes que quería cambiar el mundo. Se movían y el 68 demostró la audacia de los jóvenes. Audacia sorprendente. Fue una revuelta audaz. Pero hay que preguntarse: ¿dónde iba a terminar aquella audacia de los jóvenes? Lo que yo sentí en el 68 es que había un impulso hermoso, vivo, audaz, pero no tenía una salida. Entendí que no se puede cambiar el mundo si no se cambia el corazón del hombre de la mujer. Es decir, las verdaderas revoluciones son las que cambian el corazón de las personas. Pero ¿cómo cambiar el corazón? Esa era la pregunta. Y la pregunta sigue siendo si queremos cambiar el mundo. Hoy se repite la misma pregunta: ¿cómo se puede cambiar el corazón? Y aquí queridos amigos es donde descubrimos el Evangelio. El Evangelio como la palabra de Jesús en cuya boca no hay mentira. Como una palabra que cambia tu corazón. Y también una palabra que te ayuda a salir. Salir de la escuela, salir de un mundo cerrado, y conocer a los pobres. Conocer a los pobres es empezar a tocar las llagas de injusticia de este mundo. Es sentir y ver la injusticia de este mundo. Conocer al pobre es conocer la vida. Y esa es la verdadera escuela de la vida humana. Con los pobres y con el Evangelio empieza la paz. Empieza la paz en tu vida y también empieza la paz en un barrio, en una casa para ancianos.
¿Sabes qué significa por ejemplo para un anciano la pobreza extrema, que nadie te llame por tu nombre? La experiencia con los pobres, la experiencia de algunos amigos con los que leíamos juntos el Evangelio, me hizo entender algo fundamental: que la felicidad es un pan que hay que comer juntos. Y vosotros lo veis también en vuestras familias, donde los momentos de felicidad son cuando compartís la felicidad. Porque la felicidad es un valor que se comparte y cuando se comparte crece. Así empezó la Comunidad y así empieza siempre la Comunidad. Cada día. Hoy. Sed libres. Sed realmente libres. No malgastéis vuestra libertad corriendo tras cosas que no valen. No malgastéis vuestra libertad corriendo detrás de vuestra sombra. No dejéis que el miedo y el cálculo os paralicen y frenen vuestra libertad. Liberad vuestra libertad viviendo generosamente. El mundo de mañana no es el mundo que los otros os dejan en herencia y en el que vosotros tenéis que encontrar un pequeño espacio para dormir, para trabajar, para sobrevivir. El mundo de mañana es el que vosotros construís. Tenéis una fuerza más grande de lo que creéis.
Dentro de vosotros, en vuestras manos. En vuestros sueños, en vuestras esperanzas hay más fuerza de lo que creéis. El problema es ser audaz y ser libre. Sed libres para construir un mundo de paz. Y no esperéis a vivir hoy lo que os dicen que podréis vivir mañana. Porque hoy es el momento y porque no hay que malgastar el hoy. Ser joven no significa esperar años en la estación para que llegue el próximo tren. El tren ya ha llegado. Y lo que quisiera hacer ahora yo es lo mismo que hacen en una estación: anunciar la llegada del tren. Decir: “En la vía uno, en la vía de Roma ha llegado un tren: Global Friendship”. Por favor, no esperéis otro tren, subamos juntos porque el tren va en la dirección adecuada. Gracias".