Hoy se celebra el Día Mundial de la OMS contra el maltrato a los ancianos. Ante el continuo crecimiento de la población anciana en todo el mundo (809.743.000 de los 7.000 millones de habitantes) debido a la prolongación de la vida y a los avances de la medicina, nuestras sociedades no parecen capaces de vivir de manera positiva la presencia de tantos ancianos, e incluso se ha difundido una cultura que no acepta o no sabe tratar la debilidad. De esa mentalidad derivan los maltratos que a menudo vemos en las noticias: estafas, falta de asistencia y tratamientos adecuados, agresiones, que llegan incluso a la eliminación física, como sucede en África contra los ancianos acusados injustamente de brujería. Comprometida en más de 70 países en defensa de los derechos de los ancianos, especialmente el derecho a la asistencia, empezando por los más pobres, la Comunidad de Sant'Egidio lanza un llamamiento para:
- Crear la red de relaciones sociales, que hoy día están fuertemente fragmentadas en sociedades donde vivir solo se está convirtiendo en un modelo dominante;
- fomentar nuevos modelos de intervención, como el programa "Viva los ancianos", que se centra en combatir el aislamiento social y en el apoyo a la fragilidad. La iniciativa, que funciona desde hace años en varias ciudades italianas con un seguimiento activo de la población anciana, especialmente de quien vive solo, ha provocado una notable reducción de los ingresos en residencias y en hospitales, con beneficios evidentes tanto en la mejora de la calidad de vida como en la reducción de los costes de asistencia a cargo de la colectividad;
- defender los derechos de los ancianos, especialmente la libertad para decidir cómo y dónde vivir. De hecho, en muchos países del mundo, sobre todo en los más ricos, la institucionalización termina siendo cada vez más la única opción, porque no existen servicios sobre el territorio y a domicilio. Además, a menudo se producen maltratos en centros que supuestamente deben proporcionar una vida digna a quien no puede vivir de manera autónoma, convirtiéndose así en lugares de humillación. Hay que transformar las residencias en centros abiertos al mundo exterior y fomentar las visitas sin un exceso de limitaciones (por ejemplo, en los horarios) y permitir que los ancianos que residen en los centros salgan cuando quieran, siempre respetando la seguridad personal.
- desarrollar formas de covivienda (ancianos que deciden ir a vivir juntos para combatir la soledad y hacer frente a los problemas económicos), una respuesta humana y practicable a la institucionalización