Queridas amigas y queridos amigos, buenas tardes a todos.
Gracias por estar aquí y por participar en este aniversario. Vuestra presencia es un sostén, vuestra amistad nos conforta y nos ayuda a ser mejores. En la amistad, la victoria, decía un sabio cristiano de Oriente. Doy las gracias al cardenal James Harvey, arcipreste de esta basílica, y junto a él, también al abad de San Pablo, por habernos acogido con tanta disponibilidad y simpatía. Doy las gracias a los cardenales, empezando por el decano Re, a los arzobispos, a los obispos, a las delegaciones de las demás Iglesias y comunidades cristianas que están aquí presentes. Quiero dar las gracias especialmente al querido cardenal Matteo por sus palabras profundas y por su misión en la Iglesia italiana y al servicio de la paz.
Doy las gracias a los miembros del Gobierno y del Parlamento presentes, así como a los representantes del ayuntamiento y de la región. Enraizados en esta ciudad y en la Iglesia de roma y unidos a su obispo, el papa Francisco, a quien enviamos nuestros sentimientos de afecto y gratitud, hemos podido ampliar nuestros horizontes y nuestra dedicación al mundo entero. La presencia de muchos miembros del cuerpo diplomático, que representan a muchos países donde la Comunidad vive y actúa, da muestra de ello. Gracias por su presencia. Esta apertura universal nos ha puesto en contacto con muchas situaciones de dolor y de pobreza. Y me alegra saludar a algunos de nuestros hermanos y hermanas de Ucrania que han venido hoy aquí, y les doy las gracias por su resistencia y por el impagable trabajo humanitario que llevan a cabo en muchas ciudades ucranianas afectadas por el conflicto desde hace ya dos años.
Con el paso de los años hemos sentido la responsabilidad de la paz y la hemos vivido como construcción artesanal. Los artesanos de paz son hombres y mujeres de la fraternidad, del voluntariado, de la responsabilidad social, del lazo con el otro. Son educadores. Vivir la fraternidad, abiertos al mundo lejano y al prójimo que tenemos cerca, hace germinar visiones de paz. Porque hoy nuestro prójimo no solo es aquel que está cerca, sino que es también el mundo que llega hasta nosotros de muchos modos. Podemos ser artesanos de paz, en la solidaridad: haciendo la paz a través de la solidaridad. “Si quieres la paz, ve a encontrar a los pobres”, decía Juan Pablo II. La solidaridad recompone un tejido humano y social rasgado, cura de la soledad, pacifica.
Saludo a Laura Mattarella, que nos acompaña, y a través de ella me complace transmitir un deferente saludo al presidente de la República italiana, que en una visita reciente a una obra de la Comunidad manifestó: “Les doy las gracias porque estas obras hacen de Italia un país que demuestra su verdadera alma: la solidaridad humana, la capacidad de comprender más allá de cualquier límite que existe una responsabilidad que llama a todo el mundo. Llama particularmente a las instituciones, naturalmente. Pero quienes sienten personalmente esta responsabilidad, aquí encuentran la manera de expresarla, de hacerla realidad, de darle una salida concreta. Gracias por lo que hacen. Es realmente un agradecimiento, un reconocimiento que expreso firmemente convencido”.
Es el desafío de ser un pueblo que, a través de la solidaridad, protege la semilla de la paz y cultiva una cultura de paz, un aire bueno no contaminado por la violencia. No nos podemos retirar al anonimato, mirando con indiferencia o con miedo el flujo de la historia. La paz es una obra nuestra y de muchos otros; es orientación profunda de la humanidad; sobre todo es don de Dios en respuesta a nuestra oración y al lamento de los que sufren. Gracias por acompañarnos con vuestra amistad, vuestro apoyo y vuestra oración.