Por tercer año consecutivo, los Jóvenes por la Paz volvieron a Atenas por Navidad. Su destino: el campo de refugiados de Esquisto, en la periferia de la capital griega, donde su presencia se está convirtiendo en una tradición esperada durante el verano y durante el periodo navideño.
En el campo hay un centenar de niños que vienen de países en guerra como Siria, Afganistán y muchos países africanos. Para ellos, como le ocurrió a Jesús, parece que no hay sitio. De ahí que los Jóvenes por la Paz tengan con ellos una especial atención y dedicación.
Son niños pobres, a quienes les faltan muchas cosas. No es fácil crecer en un campo de refugiados, sin espacios para jugar o para estudiar. No hay colores, solo el gris de los contenedores, sobre el gris del polvo del campo. La llegada de los Jóvenes por la Paz es una irrupción de colores, música y propuestas.
Pero no se trata solo de momentos de ocio, que tampoco son secundarios. Su presencia fiel desde hace años es un referente humano y afectivo, una aportación a la convivencia entre los refugiados, y representa un motivo de esperanza para muchos, como percibió Dimitris Iatrides, Secretario General de recepción de solicitantes de asilo del Ministerio de Migraciones y Asilo, que se reunió con los responsables de las actividades de Sant’Egidio y expresó su deseo de continuar y reforzar la colaboración con la Comunidad a favor de los refugiados, admirado de estos jóvenes que no solo deciden pasar sus vacaciones de verano y de invierno con los refugiados, sino que lo hacen en un espíritu de total gratuidad, buscando fondos para sufragar los gastos del viaje y de las actividades (autobús, comidas, regalos de Navidad).
Han sido días de fiesta en los que hasta Papá Noel visitó el campo para llevar regalos a todos. Los Jóvenes por la Paz volvieron a ver a los niños que hace años que viven allí sin saber cuál será su futuro. No todos han corrido la misma suerte: muchos han sido recolocados y han encontrado un destino definitivo. Para los que se quedan y ven partir a los demás, la vida es aún más dura.
Este año, además de Esquisto, los Jóvenes por la Paz han podido visitar el centro de detención de Amigdaleza, donde han hecho fiesta con los jóvenes detenidos.
La guerra es la triste compañera de la historia personal de cada uno de los niños y de los jóvenes que han visto estos días, causa de los males que hacen que su vida sea difícil y precaria. Los Jóvenes por la Paz dicen que haber estado con los niños “es un motivo más para desarmar el corazón y trabajar por la paz cada día”.