El cardenal Zuppi en EEUU. Tercera etapa en óptica multilateral

Artículo de Marco Impagliazzo
 
Un paso tras otro. Con la paciencia de escuchar pero sobre todo con la emergencia humanitaria a la que hay que responder, la que provocan siempre las guerras. Así se está perfilando la misión especial para Ucrania que el papa Francisco confió al cardenal Matteo Zuppi. Ayer empezó la etapa que hará en Washington con el presidente norteamericano Joe Biden. Es una visita prevista y esperada.
Estados Unidos no son un actor cualquiera en el conflicto en curso. No solo porque es una superpotencia que tiene interés en (casi) todo lo que se mueve en el tablero internacional, sino por su fuerte implicación colateral en la contienda bélica que se desencadenó tras la agresión de Rusia a Ucrania. Es un escenario que de algún modo reproduce la contraposición que ha´bia en los años de la Guerra Fría, pero en un equilibrio mundial que ha cambiado enormemente con otra superpotencia sobre el terreno como China.
Como precedente histórico se puede recordar el gesto de Juan Pablo II, que en un intento extremo de evitar la guerra de Irak, envió al cardenal Laghi a visitar a George W. Bush. Pero la novedad es que hoy la guerra ya está en curso y que el presidente es católico. Eso tiene un significado especial cuando se trata de recibir un mensaje directo del Papa y a un enviado especial suyo.
El encuentro con el líder de la mayor democracia del mundo puede dar a la Santa Sede nuevos y significativos elementos para comprender cómo llevar a cabo gestos humanitarios y abrir canales de diálogo que hoy parecen estar cerrados. La Santa Sede está muy preocupada por el peligro de que se eternice la guerra y busca de cualquier manera resquicios para una solución.
La Santa Sede, que tiene una estrecha relación con Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial , hace tiempo que tiene posiciones distintas respecto a los conflictos, entre otros motivos porque los católicos viven en todo el mundo. Además, gracias a la Iglesia americana, sabe que la opinión pública estadounidense está preocupada por una escalada del conflicto, por la multiplicación de armamentos cada vez más letales como las bombas de racimo y por la amenaza de un conflicto nuclear.
La misión de Zuppi se marca como primer objetivo la concesión de gestos humanitarios en beneficio de los más frágiles, como el retorno a casa de los niños del Dombass que los rusos separaron de sus familias. Detrás de lo que a ojos de algunos puede parecer una misión veleidosa o incluso una cesión a Moscú, se quiere lograr establecer un marco distinto para las relaciones entre las fuerzas en juego. Y a este respecto cabe destacar que, en este conflicto, los actores no son solo los rusos y los ucranianos. Por eso, después de Kiev y Moscú, Zuppi ha ido a Washington. Y por el mismo motivo, el cardenal, para seguir su misión, si las condiciones lo permiten irá a otros lugares.
Hay que pensar en primer lugar en la China. Pekín es, sin duda, un interlocutor relevante, no solo por la influencia que puede tener sobre Moscú sino también porque es un sujeto ineludible de los equilibrios económicos y geopolíticos mundiales. Por otra parte, en el mundo globalizado en el que vivimos ―aunque se puede decir de todos los conflictos, por más que oficialmente se enfrenten solo dos bandos―, hay siempre varias partes implicadas. No hay más que pensar en los países limítrofes y en las consecuencias que una guerra ―esta más que otras― puede provocar en la economía mundial (pensemos en el problema de los cereales que ha vuelto a surgir en los últimos días). Dicho de otro modo, los conflictos, incluso aquellos en los que hay implicados directamente solo dos países, deben tener siempre ―hoy más que nunca― una solución multilateral. Esa es la posición tradicional de la Santa Sede que se expresa en un fuerte apoyo a las Naciones Unidas, como demuestran las intervenciones de los papas desde Pablo VI hasta Francisco en el Palacio de Cristal de Nueva York.
Es una atención global que tras la primera etapa en Washington no podrá ignorar (aunque sea de modos distintos) a otros actores importantes, empezando por China. Y por otra parte está el gran movimiento de los países del sur global que están sufriendo más que otros esta guerra y que ya han alzado su voz por las repercusiones económicas ―como ya se ha dicho, además de políticas y estratégicas― que el conflicto en curso está provocando y que pueden tener consecuencias en las próximas décadas.
El Papa lo sabe bien, porque también él procede del gran mundo del Sur. Por eso imaginamos que la misión del cardenal no terminará en Washington, sino que sus pasos, uno tras otro, tendrán siempre presente una visión global y multilateral, como ha sido siempre el ADN de la Santa Sede y el posicionamiento frente a las guerras que han tenido los papas en el siglo XX. 
 
Marco Impagliazzo
 
[Traducción de la redacción]

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