La segunda etapa mozambiqueña de la delegación de Sant’Egidio encabezada por Cristina Marazzi pasa por Nampula. Allí el primer gesto fue la visita a algunas familias de desplazados que huyeron a causa de los ataques terroristas del norte del país. Por desgracia estas zonas ―y especialmente la de Cabo Delgado― desde 2017 son escenario de ataques terroristas que ya han provocado la muerte de unas tres mil personas y la huida ―según datos de la OIM― de más de un millón de desplazados. De ellos, solo el 30% están en campos de refugiados; el resto viven gracias a la generosidad de otras familias pobres que los han acogido en sus casas.
La visita fue conmovedora por las historias que explicaban los refugiados. Algunos tuvieron que huir a pie de sus pueblos, y llegaron a quedarse hasta diez días en la selva con ancianos, discapacitados y siempre con muchos niños. Una anciana explicó que logró salvarse huyendo de Mocimboa da Praia con sus nietos y su hermano ciego, tras un ataque en el que murieron dos hijos suyos.
Todos expresaron agradecimiento por lo que han recibido de la Comunidad en estos meses: material higiénico y escolar para los niños y los jóvenes, pero sobre todo alimentos. El principal problema de las familias desplazadas sigue siendo la escasez de alimentos. En algunos casos los niños pasan tanta hambre que no pueden ir al colegio.
En Nampula, para la ocasión, se reunieron en asamblea unas 300 personas provenientes de las comunidades de los barrios y de los distintos distritos de la región. Cristina Marazzi destacó que la amistad con los pobres, incluidos los presos en los que se reconoce Jesús, puede cambiar el mundo y construir la paz. También definió cariñosamente Nampula como "la capital de Bravo!", porque el programa de inscripción de niños en el registro civil de Mozambique nació allí, y ahora se ha extendido a todos los distritos de la región.
Tras haber compartido algunos momentos del servicio con los pobres ― la Escuela de la paz en la Casa de la Comunidad y la cena itinerante con los amigos de la calle―, la visita de la delegación se desplazó al distrito de Murrupula, donde, tras la visita a la Escuela de la paz, se celebró una asamblea de unas 280 personas provenientes de las tres comunidades del distrito.
Alguien definió esta visita como un Pentecostés y un signo de que en la Comunidad de Sant’Egidio nadie es olvidado ni está lejos. Dos ancianas tomaron la palabra para decir que la Comunidad salvó su vida después de que hijos y parientes las marginaran. Como dijo Cristina Marazzi, "Sant'Egidio es un abrazo de paz".