En Colombia, la Comunidad sigue de cerca la difícil situación de cientos de indígenas desplazados de sus tierras y obligados a vivir en las calles, principalmente en algunas plazas centrales de Bogotá. Es una población pobre, que se ha visto obligada a abandonar sus territorios en las zonas rurales, empujada por la crisis provocada por la pandemia y por el aumento de la violencia entre grupos armados.
La Comunidad comenzó a interesarse por ellos durante el confinamiento - y continuó después -, forjando lazos de amistad con las familias, ofreciendo a sus hijos e hijas la Escuela de la Paz y ofreciendo cursos de alfabetización para los padres.
Desde hace unos meses, gracias a la colaboración con instituciones públicas, se ha encontrado alojamiento temporal en algunas estructuras para albergar las familias, pero recientemente se han llevado a cabo desalojos, debido a la suspensión de los subsidios públicos para la distribución y alimentación a personas con necesidad. Este hecho hizo que la gente volviera a las calles: ahora se encuentran en una situación de gran vulnerabilidad, especialmente niños y ancianos, debido al frío invernal.
Ante esta tragedia, Sant’Egidio ha lanzado un llamamiento a la ciudad para llamar la atención sobre esta situación: detener los desalojos y buscar soluciones basadas en el diálogo y no en la fuerza. Muchos respondieron al llamamiento y junto con algunas realidades eclesiales, escuelas y universidades, se creó una red de solidaridad para dar una respuesta inmediata a la necesidad de alimentos, refugio y medicinas.
En Bogotá, donde las consecuencias de la pandemia agravan las condiciones de necesidad, la Comunidad renueva su compromiso de trabajar junto con los demás actores de la sociedad colombiana para encontrar respuestas que devuelvan la dignidad y el futuro a los pueblos indígenas, víctimas de la violencia y la indiferencia desde hace mucho tiempo.
A continuación, el texto del llamamiento: