La Comunidad de Sant'Egidio ha donado a la prisión malauí de Mulanjie, un nuevo edificio grande y luminoso, destinado a talleres de educación profesional (se enseñarán algunos oficios como carpintero, sastre y fontanero).
La formación y puesta en funcionamiento permitirá a los reclusos trabajar y tener una fuente de sustento, tanto durante la detención como al final de su condena, cuando será necesario reintegrarse a la sociedad y mantener a sus familias. La construcción forma parte de un proyecto de rehabilitación penitenciaria en el que Sant’Egidio participa desde hace tiempo en las cárceles del país, luchando por la defensa de la dignidad de los presos y por la garantía del respeto de sus derechos.
Sant'Egidio lleva muchos años presente en la cárcel de Mulanje, tanto que la amistad con los presos se ha convertido en un vínculo de fraternidad. El signo es que dentro de la prisión nació una Comunidad de Sant'Egidio formada por presos y agentes, que se reúnen dos veces por semana en torno a la Palabra de Dios, para orar en unidad con todas las comunidades del mundo.
Las Comunidades de Sant'Egidio de Malawi llevan muchos años visitando a los presos de 14 de las principales cárceles del país, llegando a unos 10.000 reclusos. Así, alivia la vida de muchos de ellos, distribuyendo alimentos y otros bienes y creando lazos de amistad. También se ha activado desde hace algunos años una Clínica Jurídica, con la colaboración de un grupo de abogados que ayudan a tener un juicio. Un proyecto que ha permitido la liberación de 50 presos en dos años.
Además, Sant'Egidio (con un proyecto totalmente autofinanciado y gratuito) ha construido cisternas de agua potable, bombas de agua y pozos en las principales cárceles del país. De esta manera, se pretende garantizar el derecho a la salud y evitar que la detención se transforme en una sentencia de muerte por enfermedad e infección, a veces causadas por la ingesta y uso de agua sucia o bien la escasez total.
El brote de Covid 19 el marzo pasado ha hecho que las condiciones sean aún más difíciles para los presos, que se han visto obligados a permanecer en aislamiento total durante meses, en lugares superpoblados con escasez de alimentos. Durante el confinamiento, Sant’Egidio ha seguido mostrando cercanía: al no poder hacer visitas, les enviaba mascarillas, desinfectantes, jabones, comida y muchas cartas.