“Ven, Señor con tu espíritu”. Así se abrió el “Morir de esperanza”. Esta oración, presidida por Monseñor Stefano Russo, secretario general del CEI, se hizo en memoria de todos los migrantes que pierden la vida en el mar durante sus viajes a Europa. Se celebró en la víspera del Día Mundial del Refugiado.
La vigilia, que fue dos días antes del Día Mundial del Refugiado, fue organizada dentro de la Basílica de Santa María en Trastevere por la Comunidad de Sant'Egidio. Colaboraron varias asociaciones que trabajan a diario promoviendo la integración y la hospitalidad para dar un futuro a quien llega a nuestro país. Entre estos se destaca: Acli, Asociación Centro Astalli, Caritas italianas, Federación de Iglesias Evangélicas en Italia, Fundación Migrantes, Agencia de Cooperación Scalabriniana, Comunidad Papa Juan XXIII.
Participaron muchos inmigrantes de diferentes orígenes, incluidos familiares y amigos de quienes perdieron la vida para abandonar su país. Sus nombres e historias (en italiano)
En una basílica abarrotada (pero manteniendo estrictamente las distancias de seguridad) se recitaron los nombres de aquellos que no lograron cruzar el Mediterráneo. Antes de empezar la celebración religiosa, se retransmitieron muchas imágenes que contribuyeron al recuerdo dramático de las 40.900 personas que han fallecido, desde 1990 hasta hoy, en el mar Mediterráneo u otras rutas de migración. Dichas imágenes fueron compartidas a través de la página de inicio y la página de Facebook de la Comunidad de Sant'Egidio. Como el recuerdo de la pequeña Grace, una niña de unos meses que desapareció durante un naufragio en la costa de Túnez, o como los 8 niños sirios desaparecidos en el Mar Egeo.
Cada nombre recitado fue acompañado de música solemne, canciones sirias y velas encendidas para revivir su memoria. Monseñor Russo, hacia el final de la celebración, reiteró la necesidad de “sacar de la condición de invisible a los extranjeros, 'nuevos europeos', mejorando su trabajo y su presencia, preciosa para Italia y para ellos mismos”. “Los vientos de oposición, -agregó,- son fuertes y los que más sufren son los pobres: en una pandemia, ¿cómo no podemos pensar en aquellos que viven de forma obligada en campamentos de refugiados superpoblados, o en los que no ven ninguna salida?” En África, en Asia, en el campo de Moria en Lesbos. En Tapachula frente a la frontera con México o con los sirios en los campos libaneses. Lugares de dolor donde el confinamiento ha exacerbado las condiciones, ya de por sí invivibles, con el terror de ser exterminados por el coronavirus. Lee toda la homilía.