El 5 de febrero de hace 14 años era asesinado en Trabzon, localidad de la Turquía oriental, en el mar Negro, el padre Andrea Santoro, sacerdote romano fidei donum que vivía al servicio de los pobres en Anatolia desde 2000.(LEE SU HISTORIA)
En los años que han pasado desde aquel doloroso día de febrero se ha sabido mucho de su vida y muchos de sus escritos han visto la luz.
Las Cartas desde Turquía, especialmente, han sacado a la luz un espíritu al mismo tiempo fuerte y delicado, una fe arraigada y por ello dispuesta a dialogar.
Tomemos como ejemplo la carta del 23 de abril de 2002:
«He entendido lo que es importante: detenerse, entrar en las puertas que se te abren y dejar tu puerta abierta para que otros entren. Eso es lo que hizo Abrahán cuando tres misteriosos personajes pasaron por delante de su tienda [...]. Esta acogida, por su parte, recae sobre ti como una bendición y te sientes envuelto en un honor que te anima. Hay quien dirá: son palabras hermosas, historias edificantes, pero la realidad es distinta. Es cierto. Actualmente asistimos a espectáculos de ferocidad inhumana. Pero la alternativa a la ferocidad es la caridad. La ferocidad destruye, la caridad vivifica. La ferocidad divide, la caridad une. La ferocidad ataca, la caridad cura las heridas. La ferocidad genera más ferocidad, la caridad reconcilia y genera más caridad. La ferocidad no teme matar, la caridad no teme dar la vida. La ferocidad es perversa en su genialidad, la caridad es sublime en su inventiva. Para frenar la ferocidad hace falta la inteligencia de la caridad y la movilización de recursos profundos».
O la del 22 de enero de 2006, un par de semanas antes de ser asesinado:
«Decirnos “te quiero”, dentro de una iglesia, entre cristianos y musulmanes me ha parecido un rayo de luz. Eso ya sería suficiente para justificar que yo haya venido aquí. ¿Acaso no es el reino de los cielos como una semilla de mostaza, la más pequeña de todas las semillas? La echas y luego la dejas actuar [...]. En otra ocasión entran dos muchachas: “Padre, ¿me conoce?”, dice una. “¡Sí, claro!”. “Usted una vez me dijo que Jesús nunca utilizó la espada, ¿verdad?”. “Así es”. “Mahoma –dice ella– sí la utilizó, pero solo como última posibilidad”. “Jesús –le contesto– ni siquiera como última posibilidad. [...] Si utilizas la violencia contra la violencia, estás haciendo una doble violencia. Si sumas un mal a otro mal, tienes un mal doble. Hace falta el doble de bien para frenar el mal. ¿Qué haces si se declara un incendio? ¿Echas leña?”. “No, agua”. “Exacto” [...]. Diálogo y convivencia no son cuando estamos de acuerdo con las ideas y las decisiones de los demás sino cuando dejamos espacio junto a las nuestras y cuando intercambiamos como un regalo nuestro patrimonio espiritual, cuando tienes la posibilidad de expresarlo, testimoniarlo e introducirlo en la vida pública, y no solo en la privada. El camino por hacer es largo y no es fácil. [...] La claridad va de la mano de la ternura. Los cristianos tenemos una ventaja, y es que creemos en un Dios inerme; en un Cristo que nos invita a amar a los enemigos, a servir para ser "señores" de la casa, a ponernos los últimos para ser los primeros, en un evangelio que prohíbe el odio, la ira, el juicio, el dominio; en un Dios que se hace cordero y se deja atacar para dar muerte en él al orgullo y al odio; en un Dios que atrae con el amor y no domina con el poder; y esa es una ventaja que no debemos perder. Es una "ventaja" que puede parecer "desventajosa" y perdedora, y lo es, a ojos del mundo, pero es ganadora a ojos de Dios y es capaz de conquistar el corazón del mundo. Decía san Juan Crisóstomo: Cristo apacienta ovejas, no lobos. Si nos hacemos corderos venceremos; si nos convertimos en lobos perderemos».
Es hermoso que su muerte esté ligada idealmente a la firma del «Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común», que tuvo lugar casi en el aniversario de su martirio, hace un año, el 4 de febrero de 2019, en Abu Dabi, entre el papa Francisco y Ahmad Al-Tayeb, gran imán de Al-Azhar, la universidad suní más prestigiosa. Fue el fruto de una paciencia geológica que no se cansa de construir ocasiones de encuentro, un fruto también de su testimonio y de su oración.
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VÍDEO (IT): LA IGLESIA MÁS ALLÁ, EL PADRE ANDREA SANTORO Y TURQUÍA
LIBRO: Don Andrea Santoro. Un prete tra Roma e l'Oriente