"La crisis de los migrantes guarda relación con la debilidad espiritual de nuestras sociedades: solo los jóvenes nos pueden salvar". Durante el encuentro internacional "Puentes de Paz" de Bolonia, etapa anual de los Encuentros en el espíritu de Asís en los que cada año los líderes de las religiones mundiales dialogan y rezan por la paz junto a intelectuales, políticos y exponentes de la sociedad civil, la Comunidad de Sant’Egidio ha recogido este año muchos testimonios de las historias cruciales de nuestro tiempo. Entre ellos, el padre Javier Solalinde, sacerdote mexicano, que en 2007 fundó Hermanos en el Camino, un centro de ayuda para los migrantes que van hacia Estados Unidos.
El padre Solalinde ha explicado su trabajo con quien intenta huir de América Central, mostrando la conexión profunda entre las noticias actuales y la crisis de los motivos y de los valores que sufre el mundo occidental. "En mi camino con los migrantes –ha explciado el padre Solalinde, hablando en un teatro ante varios cientos de jóvenes boloñeses– he descubierto que la religión se hace inútil sin la práctica de la justicia y de la solidaridad. Los hombres más ricos y poderosos del planeta, los cárteles más sanguinarios se definen católicos, pero son cómplices del neoliberalismo que oprime a los pobres y mata a los migrantes. La religión tiene un riesgo: en las devociones hablamos nosotros, pero no escuchamos a Dios".
Javier Solalinde, que en varias ocasiones ha sido amenazado de muerte por los "cárteles" de los narcotraficantes, tras haber denunciado sus abusos y su violencia contra los migrantes, ha explicado emocionado que, frente a las resistencias de algunos estados y al aumento de una mentalidad dura y soberanista, ha encontrado aliento y obertura por parte de estudiantes norteamericanos: "estudiantes de varias universidades de los EEUU vienen a conocer a los jóvenes migrantes a nuestras casas de acogida, construyen puentes de diálogo y amistad. Eso cambia su manera de pensar, les ayuda a tener una visión nueva y, cuando vuelven a sus universidades, hablan a muchos. No todos estos jóvenes son religiosos, pero, formados por esta experiencia, se convierten en creyentes, porque aprenden a escuchar y a esperar en un futuro mejor para todos".
El padre Solalinde también exhortó a los jóvenes a "dejarse tocar" por las desgracias y a "rebelarse" contra el mal y la inhumanidad.