La situación de los refugiados que están acampados entre Toma y Röszke, en la frontera que separa a Serbia de Hungría, es cada vez más complicada a causa de las temperaturas, que en los últimos días han llegado a los 10 grados bajo cero. Por el momento son unas 40, las personas que duermen al aire libre, y entre ellas hay algunos niños. La Comunidad de Sant’Egidio de Hungría estos días está repartiendo alimentos entre los refugiados, que los necesitan urgentemente.
El campo de refugiados de Tompa está dividido en dos: por una parte hay sirios e iraquíes que esperan el permiso de las autoridades húngaras para cruzar la frontera de Europa, y por otra parte hay marroquíes y argelinos, que también esperan, a pesar de la negativa de las autoridades húngaras a dejarles entrar en Hungría.
Entre ellos está Ahmed, un joven argelino de unos 20 años. Se fue de Argelia hace tres años, vivió en campos de refugiados de Turquía y Grecia, y luego viajó de Serbia a Macedonia y finalmente a Albania, donde perdió todo lo que tenía. Su sueño es ir a Alemania. Está muy agradecido por la manta que recibe. Explica que por la mañana, cuando se ha despertado, su abrigo estaba cubierto por una capa de hielo. Ha dicho: " Un día quizás nos volveremos a ver en alguna parte del mundo, yo os reconoceré y nos reiremos de todo esto".
Estos días la frontera entre Hungría y Serbia parece una base del Polo Norte: todo es blanco, frío, solo nieve y hielo que cubren las tiendas en las que están los refugiados. Son personas que sueñan en una vida distinta, una casa y un trabajo, personas agradecidas por la visita que, por un día, ha aliviado su sufrimiento.