SOLIDARIDAD

En Sedaví, una de las localidades de la región de Valencia más afectadas por la dana, la gente vuelve a salir a la calle para hacer fiesta y recupera la esperanza, con la ayuda de Sant’Egidio

En la zona de Valencia intentan volver a la normalidad tras la inmensa devastación del 29 de octubre. En este momento delicado la presencia de los voluntarios es aún más apreciada.
La semana pasada un grupo de los Jóvenes por la Paz de las Comunidades de Sant’Egidio de España fueron a Sedaví, uno de los municipios afectados por la dana, para visitar y ayudar a los ancianos y a los niños.

La plaza del pueblo quedó inundada hasta una altura de dos metros. Las unidades de emergencia siguen sacando escombros y coches de debajo del barro en el parking público y en otros sótanos de la plaza. El sol volvió a brillar, pero todavía no está claro cuándo podrán volver los niños a la escuela.

Tras dos semanas encerrados en casa, los niños salieron a la plaza del ayuntamiento de Sedaví, que se llenó con sus voces mientras se abrazaban, hablaban, jugaban y dibujaban juntos. Los Jóvenes por la Paz les entregaron cartas y dibujos que los niños de las Escuelas de la Paz de Sant’Egidio de España prepararon para transmitirles su solidaridad. “No estáis solos, estamos con vosotros” es el mensaje que se puede leer en más de mil dibujos y cartas que repartirán entre los alumnos de las escuelas del lugar en cuanto vuelvan a abrir sus puertas.  Los centros escolares están muy afectados y los trabajos de recuperación no son fáciles. Algunos jóvenes de Sant’Egidio ayudaron a desescombrar y a rehabilitar la escuela Sedaví. El material escolar y los juegos que llevaron también serán de gran ayuda.

Los padres y los abuelos compartieron aquel reencuentro con gran emoción y se interesaron unos por otros. El cansancio y el dolor por lo que han vivido las últimas semanas  se desvanecieron en una fiesta popular que terminó con el reparto de la comida.
Los Jóvenes por la Paz también visitaron y escucharon a los ancianos. Muchos vieron cómo el agua invadía sus casas, que mayoritariamente son de planta baja. Dora, una anciana de una residencia, dijo: “¡Lo que daría por volver a ver a la chica que me salvó! Quisiera darle un abrazo. Me dijo: ‘Subamos cinco escalones más y estamos salvadas’. Y me ayudó a hacerlo. En esta residencia no murió nadie gracias a la fuerza de los jóvenes”.