Los días posteriores a las terribles inundaciones, Valencia y las localidades de sus alrededores han sido invadidas por un río, pero esta vez de bien y de solidaridad. Miles de personas, sobre todo jóvenes, provenientes de toda España se ofrecen para ayudar a las víctimas. Entre estos “ángeles del fango”, como ya se les conoce, hay grupos de las comunidades de Sant’Egidio españolas que han ofrecido su ayuda. Ellos nos envían el relato de sus primeros días de misión humanitaria, que publicamos a continuación:
“La normalidad queda a tus espaldas cuando cruzas el amplio lecho del río Turia, cuyas aguas empiezan a bajar, y llegas a municipios como Paiporta, Picanya, Alfafar o Sedaví, donde los bajos de las casas han quedado inundados o destruidos. Muchas calles todavía están llenas de coches, barro y de multitud de enseres domésticos. Por muchas de las calles todavía no se puede pasar, a pesar de los esfuerzos de los voluntarios y del ejército.
La solidaridad se organiza en los locales de un centro sanitario destruido, en una farmacia, en una iglesia o en casas de vecinos del barrio que aún siguen en pie. Se empiezan a ver largas colas de personas en los lugares donde se reparten alimentos, sobre todo escuelas y centros deportivos.
‘En un segundo llegó el fin del mundo y todo lo que teníamos desapareció delante de nuestros ojos’, nos dijo un hombre. Es la dolorosa sensación de la mayoría de la gente. Por las calles no hay niños y ancianos; se ven solo en balcones y en los pisos altos.
La gente se pasa el tiempo limpiando y organizando su vida como puede. Todos agradecen que estemos allí.
Con Irene, una joven de Paiporta, hemos ido a visitar a ancianos que han quedado aislados. Para llegar a las casas hay que superar grandes acumulaciones de barro y automóviles. Necesitan alimentos y medicinas. Algunos ancianos van al centro de salud, a otros los llevan a pasar estos días en una segunda residencia.
Los vecinos y las tiendas que ocupan las plantas bajas acogen a los grupos de jóvenes que han llegado para quitar el barro. En muchas casas y locales no se puede aprovechar nada. No hay agua corriente ni electricidad. Pero es importante quitar el barro antes de que se seque, porque luego será mucho más difícil.
‘Estamos vivos, esa es la buena noticia. Muchos ya no están’, nos dice Lucas, que lo ha perdido todo. Es una frase que oímos en varios lugares.
Las botas de agua son el objeto más buscado para moverse por el barro.
Un campamento de rumanos se ha salvado de las inundaciones. Hay unas 40 personas. Los adultos solo hablan rumano, pero dos muchachas nos ayudan con la traducción. Están asustados pero aliviados: ‘Estamos vivos –nos dicen–. El agua se llevó a algunos rumanos que habían acampado al lado del río’. A pesar de todo, ya hay quien reconstruye algunas chabolas al lado del río.
‘Gracias por venir’ es la frase que más hemos oído. ‘Dejar de estar aislados y sentir la solidaridad da vida. Lo necesitamos.’ La tarea es ingente y la reconstrucción será larga, pero los signos de humanidad que se ven estos días sostienen todo un mundo que durante unos instantes pareció hundirse”.
Para ayudar a la misión humanitaria de las comunidades de Sant’Egidio de España:
Solidaridad inmediata con los damnificados por la DANA en Valencia