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En la mesa redonda "Una política que mira al futuro de las migraciones" emerge para Europa y Estados Unidos el desafío humano y educativo de la integración

Sylla, Diaz, y todos los demás. ¿Os imagináis los Juegos Olímpicos y los Paralímpicos sin ellos? En la mesa redonda dedicada al tema “Una política de futuro para las migraciones”, en el encuentro internacional “Imaginar la paz”, Daniela Pompei, responsable de los servicios a los migrantes de la Comunidad de Sant’Egidio, ante Didielr Leschi, director general de la Oficina francesa de Inmigración e Integración, recordó las historias de éxito de los atletas medallistas en los juegos olímpicos y paralímpicos. Tienen los rostros de Myriam Sylla, jugadora de voleybol nacida en Palermo de padres marfileños, y Andy Diaz, saltador de triple salto de origen cubano. Son historias distintas. La primera habla de una migración económica y la segunda, de una solicitud de protección internacional. Ambas comparten un rasgo común: encontraron a ciudadanos italianos que se mostraron dispuestos a ayudarlos al inicio de su itinerario. El inicio es un momento decisivo y crítico. Lo fue también para el programa de los corredores humanitarios de Sant’Egidio: para los diez mil refugiados que han llegado a Europa fue decisiva la aportación sobre todo en la fase inicial de ciudadanos, de grupos, de asociaciones, que se mostraron dispuestos a ayudarles en su itinerario de integración.
 
Sobre el tema de la nacionalidad, Pompei recordó que ya en 2004, Sant’Egidio lanzó una campaña para el reconocimiento de la nacionalidad a los menores nacidos en Italia y que han crecido en Italia: son niños que se sienten italianos, pero que no son considerados como tales. Esta situación de precariedad social e identitaria es una desventaja, por ejemplo, en su itinerario escolar.
 
El prefecto Mario Morcone, asesor de Legalidad, Seguridad e Inmigración de la región de Campania (Italia), manifestó su preocupación por los pasos atrás que se han dado en relación a los derechos en Europa, inspirados por el aumento de los soberanismos y de falsas narraciones. El desafío que debe afrontarse es el de abrir vías de entrada legal en Europa.
 
Todos los ponentes coincidieron en que el verdadero desafío para Europa es integrar. Quien llega a Europa, sea como sea, incluso para pedir protección internacional siempre es un recurso para nuestras sociedades europeas que viven un invierno demográfico. Hace falta un cambio de perspectiva que dé visiones a largo plazo, destaca Catherine Wihtol de Wenden, directora de investigación en el CNRS, Sicences Po (Francia), más allá de la respuesta de emergencia.
 
Dominique Quinio, periodista y presidente honorario de las Semaines Sociales de Francia, observa que algunos en Francia tienen un sentimiento de “desclasamiento” y tienden a convertir al extranjero en un chivo expiatorio. Los políticos, tanto franceses como europeos, no deberían alimentar estas preocupaciones, sino calmarlas sin dejar de reconocer los desafíos que plantean. Acoger al otro y al que es distinto requiere enseñar y experimentar la inclusión, no imponerla por decreto.
 
El desafío de las migraciones no es solo europeo: fue emocionante el testimonio de Alejandro Solalinde, sacerdote mexicano que ayuda a los migrantes que intentan cruzar la frontera con Estados Unidos. La trata de seres humanos es la expresión de la deshumanización por la que los migrantes, muchas veces engañados, quedan reducidos a mercancía. Hay una grave omisión educativa en el tema de la convivencia. Ese es un desafío que hay que abordar. También hay signos de esperanza: nuestro trabajo con los migrantes es construir la paz. Y la paz siempre es relacional, no cae del cielo, sino que se construye cada día. Coincide Mark J. Seitz, obispo católico de la diócesis de El Paso, presidente del comité sobre migraciones de la Conferencia episcopal estadounidense, que hizo una lectura espiritual y bíblica de los desafíos que plantean las migraciones, convencido de que cualquier barrera es inútil y que nadie se salva solo.
 
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