La campaña electoral para las presidenciales en Estados Unidos se ha visto marcada por la violencia provocada por las armas de fuego, con el atentado al expresidente Trump. Lo que ha ocurrido en aquellos comicios no es más que un episodio de una larguísima cadena de incidentes mortales y no mortales provocados por las armas en EEUU.
Las estadísticas más recientes sobre las víctimas de este fenómeno sacan a relucir una situación preocupante. No hay más que pensar que en 2021 murieron 48.830 personas. Es una cifra que incluye los homicidios, los suicidios (más de la mitad del total) y los accidentes. Lo que sorprende es el elevado número de niños y adolescentes implicados: en 2023 más de seis mil resultaron heridos por el uso de armas y más de 1600 murieron, y a día de hoy las víctimas mortales superan a las provocadas por accidentes de tráfico.
En 2023, gracias a algunas decisiones restrictivas del presidente Biden, hubo una disminución del 7% en las muertes por armas de fuego. Pero los datos de 2024 indican que la violencia armada sigue siendo un grave problema. En julio las víctimas por armas de fuego ya eran 9.781, de las que 141 eran niños de 0 a 11 años, y 683 eran jóvenes de 12 a 16 años.
Como ya se ha dicho, en los últimos años se han aprobado varias leyes para reducir estas muertes, y la más significativa es la Bipartisan Safer Community Act que firmó el presidente Biden y que quiere atajar todas las posibilidades que tenían los ciudadanos de comprar armas sin someterse a controles. También se aprobó una orden ejecutiva del mismo presidente que aumentaba las comprobaciones de antecedentes penales de los propietarios de armas. Básicamente son leyes que permiten retirar las armas a individuos que son considerados peligrosos.
A pesar de estas novedades positivas el debate sobre el control de las armas sigue dividiendo profundamente a Estados Unidos, fuertemente influido por el posicionamiento político, con una clara división entre demócratas y republicanos. Por otra parte, no han faltado intentos de paralizar o de obstaculizar el control, impulsados principalmente por grupos de interés y parlamentarios que propugnan el derecho constitucional a tener armas, como reza la segunda enmienda de la Constitución norteamericana. La Asociación Nacional del Rifle es uno de los grupos de presión más poderosos de EEUU y tiene una larga historia de oposición a las leyes en cuestión y gran influencia sobre muchos políticos, principalmente republicanos. La asociación sostiene que todo control sobre las armas es una violación de la segunda enmienda.
Múltiples intentos de aprobar leyes federales más restrictivas han sido bloqueadas en el Congreso. Cabe preguntarse el porqué, si se tienen en cuenta las masacres –que cada año llenan noticiarios– que hay en colegios, campus universitarios o lugares públicos. Cabe preguntarse el porqué ante las víctimas que pierden la vida en episodios más normales y circunscritos: disputas con los vecinos o con colegas, peleas fuera de locales públicos o conflictos de la vida de cada día. Hay muchísimos feminicidios y suicidios. Y también mueren personas por error, algunas por armas defectuosas que no se pueden retirar. ¿Cómo no reaccionar ante esta contabilidad macabra que separa a Estados Unidos de otros países del mundo?
Una sola variable los diferencia: el enorme número de armas en circulación. No existe país en el mundo en el que la población civil esté más armada, sobre todo porque en muchos casos hay ciudadanos que tienen muchas y de gran poder ofensivo. Parafraseando al escritor ruso Anton Chéjov, «donde hay un arma, hay alguien que tarde o temprano la utilizará».
El paradigma americano, por desgracia, sirve para comprender lo que está ocurriendo a nivel mundial con la tercera guerra mundial por partes en curso, y que el papa Francisco no deja de poner de manifiesto con grave preocupación. La impresionante producción de armamento en el mundo, cuya demanda ha aumentado en un 57% desde 2017, y su floreciente comercio no hacen presagiar nada bueno. Una victoria con armas, a cualquier nivel, siempre trae consigo muerte y destrucción y siempre es una derrota a nivel global y local. Esperamos que la campaña electoral americana, tan crucial para las democracias europeas, no deje al margen esta gravísima cuestión y marque un punto de inflexión para el pueblo americano y para el resto del mundo.
9 de agosto de 2024
[Marco Impagliazzo]