2 de agosto de 1944 – 2 de agosto de 2024: ochenta años después, Día de Recuerdo del Genocidio del Pueblo Gitano

Este año se conmemoran los ochenta años del Día de Recuerdo del Genocidio del Pueblo Gitano durante la Segunda Guerra Mundial, día que en lengua romaní se denomina Porrajmos (devastación) o Samudaripé (exterminio),.

Fueron 4.000, en su mayoría mujeres y niños, las personas que aquella noche murieron en las cámaras de gas; formaban parte de los 23.000 mil gitanos (Zigeuner, como se les definía en sus documentos) deportados a Auschwitz.
 
Así lo recuerda Piero Terracina, superviviente de Auschwitz y testigo directo de la liquidación del Zigeunerlager, la noche del 2 de agosto de 1944:
"Yo estaba encerrado, era de noche y había toque de queda, pero lo oí todo. En plena noche oímos gritar en alemán, oímos los ladridos de los perros, dieron la orden de abrir las barracas del campo de gitanos, y entonces empezaron los gritos, el llanto y algunos disparos. De repente, tras más de dos horas, solo quedó silencio y desde nuestras ventanas, al cabo de poco, vimos el resplandor de las llamas altísimas del crematorio. Por la mañana, lo primero que se me pasó por la cabeza fue mirar hacia el Zigeunerlager, que estaba totalmente vacío, solo había silencio, y las ventanas de las barracas que golpeteaban".
 
Ceija Stojka, gitana austríaca superviviente de Auschwitz, Bergen-Belsen y Ravensbrück, en una peregrinación a Auschwitz-Birkenau organizada por la Comunidad de Sant’Egidio en 2009, explicó:
“Cuando yo y mi familia llegamos aquí, a Auschwitz, en abril de 1943, los niños y los ancianos habían viajado amontonados en trenes. Mi madre estaba agotada y mi hermano apenas podía respirar. Cuando llegamos caímos todos de los vagones del tren y las SS caminaban por encima de nuestros cuerpos. Los nazis se regodeaban haciéndolo. Vimos el horror cada día, sentíamos el olor de la muerte cada día. Éramos niños. Estuvimos cinco veces delante del crematorio, esperando a que nos mataran. Pero no lo hicieron, tenían que ahorrar gas. Hacían falta cinco latas de gas para matarnos, y aquel era un coste demasiado alto para matar a gitanos. Recuerdo a una niña gitana con su madre que conocí antes de que nos liberaran. La niña solo tenía cuatro años y para que pareciera mayor, le di mi falda. Yo tenía nueve años. La niña llevaba una manzana en la mano. El hombre de las SS la cogió de la mano y la puso contra el muro. La niña dejó caer la manzana y el guardia de las SS la fusiló. Luego se volvió hacia nosotras y le volvió a disparar. ¿Cómo podemos vivir con estos recuerdos? ¿Cómo podemos olvidar lo que vivimos? ¡No se puede olvidar! Si el mundo no cambia ahora, si el mundo no abre puertas y ventanas, si no construye la paz, la paz de verdad, entonces no sé por qué sobreviví a Auschwitz, Bergen-Belsen y Ravensbrück”.
 
Rita Prigmore, una gitana alemana que sobrevivió a experimentos nazis de eugenesia con gemelos, dijo las siguientes palabras a un grupo de jóvenes:
“Hoy formo parte de una misión internacional de paz, gracias a la Comunidad de Sant’Egidio, que trabaja por la paz en ámbitos muy variados. Cuando estuve en Auschwitz con la Comunidad, hace nueve años, expliqué mi historia a más de 400 jóvenes provenientes de toda Europa. No fue fácil para mí. Muchos, muchos de mi familia fueron asesinados en Auschwitz. Leer todos sus nombres en un panel y ver sus fotos me impresionó mucho. Pero también cambió algo dentro de mí: el increíble sufrimiento que vi allí me hizo comprender que el sufrimiento no se vence con el odio, sino con el perdón. ¡El perdón es una gran fuerza! Creo que solo el perdón construye el futuro; el odio debe ser algo del pasado. Solo se puede construir el futuro con comprensión recíproca. Con el odio no se puede construir nada. El odio y la guerra no traen más que nuevo odio y destrucción, división y nuevos sufrimientos. Yo he perdonado. He perdonado, pero nunca olvidaré. Podría hablar durante horas de los enormes sufrimientos que vivieron mi familia y mis amigos a causa de persecuciones, discriminaciones, esterilizaciones forzadas y agresiones. Pero no soy pesimista, porque sé que juntos podemos cambiar el mundo para que sea más humano. Construyamos una sociedad en Europa y en el mundo donde los gitanos y las demás minorías no sean discriminadas. ¡No nos quedemos en silencio ante la injusticia! ¡Alcemos la voz contra la indiferencia! La paz empieza con cada uno de nosotros. No odiemos a los que no son como nosotros. Hablemos con los demás, superemos nuestros prejuicios. Vi con mis propios ojos que el prejuicio puede terminar en un desastre, como Auschwitz”.
 
El recuerdo del Porrajmos es una ocasión para reflexionar sobre el mal que generan las ideologías racistas, que prepararon el terreno para la discriminación y la aniquilación en los campos de concentración y exterminio. Es una historia de desprecio y persecución de la minoría más numerosa de Europa. Una herida del continente europeo, que hace pensar sobre cuántas palabras y actitudes violentas quedan todavía hacia el pueblo gitano y sobre lo lejos que está todavía una plena integración escolar, sanitaria y habitativa de una minoría jovencísima, formada todavía hoy sobre todo por menores.