En los últimos días, las Comunidades de Sant'Egidio en Burundi recibieron la visita de Andrea Riccardi, que se inauguró con un encuentro de cuatro días en la capital, Bujumbura, al que asistieron 70 responsables de las distintas comunidades del país, sobre el tema "Oración, pobres, paz: discípulos de Jesús después de la Resurrección", en representación de 16 comunidades. De hecho, Sant'Egidio está presente en las principales ciudades del país -Bujumbura, Gitega, Ngozi y Kayanza-, así como en varios otros centros rurales más pequeños.
La Comunidad de Burundi es hija de la paz, por la que Sant'Egidio rezó y trabajó con tanto ahínco desde 1995, el peor período de la guerra civil que dividió al país, con más de 300.000 víctimas: hoy representa una propuesta para una sociedad fraterna, empezando por los más débiles, los niños y los ancianos. El país se encuentra en una situación económica muy difícil y, según las estadísticas de 2023, era el más pobre del mundo. Evidentemente, esto lleva a muchos jóvenes a buscar un futuro emigrando a los países vecinos, Tanzania, Kenia, Uganda y también Mozambique.
La visita de Andrea Riccardi fue una oportunidad para comprobar hasta qué punto la Comunidad consigue llegar a los más marginales de la sociedad burundesa, como los pigmeos "Batwa", una minoría étnica muy despreciada: sus hijos, que normalmente no están inscritos en el registro civil y no van a la escuela, participan en las Escuelas de la Paz. Los jóvenes de la Comunidad se encuentran también junto a los ancianos, otras personas marginales que a menudo permanecen solas, con hijos y parientes lejanos, o a veces abandonados y acusados de brujería. Los jóvenes de Sant'Egidio construyen casas para personas mayores que no las tienen, les ayudan en sus necesidades y, sobre todo, los visitan, escuchándolos como amigos preciosos y sabios.
Una distribución de alimentos para las familias de los niños de las Escuelas de la Paz de la periferia, en la Maison de Paix, sede de la comunidad de Bujumbura, se convirtió en la ocasión para una asamblea con numerosas mujeres que testimoniaron cómo la Escuela de la Paz es un apoyo importante para ellos, que a menudo se encuentran solas cuidando de muchos niños. La situación de muchas viudas es especialmente difícil y, como explicaron en sus intervenciones, han encontrado en la Comunidad una nueva familia que les ayuda a dar un futuro a sus hijos.
El 1 de mayo la reunión concluyó con una asamblea a la que asistieron unas 350 personas de la comunidad de Bujumbura, a las que se unieron unas decenas de congoleños de Uvira, una ciudad del Kivu situada justo al otro lado de la frontera, a unas decenas de kilómetros de la capital de Burundi, actualmente afectada por una fuerte inundación que ha creado numerosas dificultades para su viaje. Andrea Riccardi, al final de estos días de encuentros, recordó que a las palabras "oración, pobres, paz" es necesario añadir "jóvenes": con ellos, en efecto, la Comunidad debe formar una verdadera alianza para construir una sociedad más fraterna.