Una vez más Sant’Egidio de Barcelona recordó la noche de los cristales rotos (Kristallnacht) con una marcha de recuerdo por las antiguas calles del Raval y el antiguo barrio judío de la ciudad. “No hay futuro sin memoria”, y por eso un pequeño pueblo, sobre todo las nuevas generaciones y los nuevos europeos de orígenes, religiones y culturas distintas, se reunieron para no olvidar.
El trágico recuerdo de la Shoá nos ayuda a orientarnos hacia el futuro, a asumir la responsabilidad de dicho futuro y a cultivar una fraternidad universal en nuestra ciudad y en el mundo entero. Al finalizar la marcha silenciosa hubo intervenciones de los representantes de las instituciones (ayuntamiento de Barcelona, Generalitat de Catalunya y defensora del pueblo de Catalunña) junto a la comunidad judía y a la Comunidad de Sant’Egidio. Se subrayó la importancia de convivir y de no dejar jamás solo a ningún pueblo, comunidad o persona.
La noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 fue un punto de no retorno, un recuerdo que no se puede olvidar y que hay que transmitir de generación en generación, y que sigue hablándonos. “El recuerdo ―como ha recordado recientemente en una publicación Marco Impagliazzo― es una vacuna para frenar el contagio antisemita”. La noche de los cristales rotos, noche de miedo y violencia para los judíos y preludio de muchas más, se preparó con discursos de odio, difusión de leyes raciales, propaganda incendiaria, noticias falsas y la indiferencia de muchas personas. Aquella noche se abrió el camino a Auschwitz con la deportación de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y posteriormente el Holocausto. Fue un monstruo que no distinguía entre niños, jóvenes, adultos o ancianos. Se aceptó la ideología nazi, un monstruoso cortocircuito de pensamiento que se alimenta de identificaciones, categorizaciones y generalizaciones que alimentan el racismo y la eliminación del otro, del que es diferente.
Sant’Egidio reúne a la comunidad judía y a las instituciones municipales