La estrategia del terror de Hamás tiene un objetivo claro. Los milicianos quieren controlar toda Palestina y desestabilizar el Estado hebreo

Artículo de Andrea Riccardi

El movimiento islamista Hamás, que forma parte de las listas del terrorismo internacional, ha atacado Israel. Docenas de grupos bien adiestrados hicieron incursiones en territorio judío, donde asesinaron y tomaron como rehenes a civiles y militares. 

El ataque cogió desprevenido al Gobierno de Netanyahu, cuya actuación ha desatado fuertes críticas. En estos momentos los israelíes preparan una reacción unánime. Los milicianos de Hamás entraron en territorio israelí controlando temporalmente algunas zonas. Es la primera vez que los palestinos lo hacen. 

Para algunos fue un 11 de septiembre de Israel: muchos muertos, heridos y secuestrados. Washington y los países europeos condenan el ataque y se solidarizan con Tel Aviv. Moscú y Ankara piden volver a la calma. Estamos frente a una guerra, más que frente a una gran acción terrorista. Tras los acuerdos de Oslo de 1994, Gaza ha estado bajo el control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que estuvo dominada por Al Fatah hasta las elecciones de 2006, cuando Hamás tomó el control del territorio (más de dos millones de habitantes, con una altísima densidad de casi seis mil residentes por kilómetro cuadrado) tras expulsar a sus rivales. 

La franja de Gaza, un laberinto de calles y edificios, es casi un inmenso campo de refugiados. Desde 2006 los palestinos están divididos en dos entidades: la ANP y Hamás, una piedra en el zapato para Israel y para la autoridad palestina. Ha habido frecuentes crisis violentas, con el lanzamiento de misiles hacia el Estado hebreo, sobre todo en 2008 (operación "Plomo fundido"), en 2012 ("Pilar defensivo"), en 2014 ("Margen protector") y en 2021 ("Operación de los muros"). En esta ocasión Hamás ataca también por tierra. 

El ejército de Tel Aviv puede hacer retroceder a los milicianos. Sin embargo, Hamás ha llevado a cabo una acción estratégica. Quiere deshacerse de los rivales de la ANP acusados de corrupción, con el presidente Abu Mazen envejecido y casi inmóvil. 

Su intención es unificar a los palestinos  y, a ser posible, también a los árabo-israelíes que Israel ha dejado desprotegidos con las leyes de identidad hebrea del Estado. Hamás intenta asumir la imagen de ejército nacional de liberación en sustitución de la ANP. Por último, quiere bloquear la normalización entre los Estados árabes del Golfo, Arabia Saudí e Israel, que empezó con los Acuerdos de Abrahán. 

Hamás cuenta con el apoyo de los iraníes. Y lanza un mensaje al mundo sunní: si nosotros no hay paz. Es un claro desafío al todopoderoso MBS (Mohammed Bin Salman), príncipe heredero saudí que busca la hegemonía del mundo árabe. Los milicianos buscan una victoria política: obligar a Israel a defenderse primero, y luego a unas extenuantes negociaciones para recuperar a los secuestrados, y por último provocar bombardeos aéreos que darán muerte a muchos civiles y reforzarán la emoción palestina. 

Es una estrategia del terror que ya provoca sufrimiento en muchos palestinos e israelíes. Se ve claramente la realidad del enésimo capítulo del largo conflicto entre Israel y Palestina: sin negociaciones la guerra se eternizará. Y mientras tanto, la guerra domina la escena mundial. Ayer la conquista azerí de Nagorno-Karabaj, hoy el ataque de Hamás: historias distintas, pero todas muestran que la guerra y la violencia se han convertido en las protagonistas de nuestros días y, por desgracia, en una herramienta para resolver los conflictos.

[Andrea Riccardi]

Foto de Mohammed Talatene / Europa Press

[Traducción de la redacción]