El 7 de junio se inauguró en Madrid la nueva casa Fratelli Tutti de la Comunidad de Sant'Egidio. La inauguración contó con la presencia del fundador de la Comunidad, Andrea Riccardi, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y Tíscar Espigares de Sant'Egidio, junto a un nutrido número de amigos, muy especialmente los amigos de la calle, así como niños y familias de las Escuelas de la Paz.
La nueva Casa “Fratelli Tutti”, ubicada en una céntrica calle de Madrid, fue reformada por la Comunidad de Sant’Egidio a partir de un edificio cedido por la archidiócesis de esta ciudad. El edificio consta de cinco plantas que albergarán un centro de día para personas sin hogar (con comedor, cocina, lavandería y baños), la Escuela de Lengua y Cultura Españolas, la Escuela de la Paz, así como una casa hogar para ancianos y viviendas de emergencia.
Construida durante la pandemia, en momentos especialmente difíciles para todos, pero especialmente para las personas que perdieron su hogar, cuando el egoísmo sucumbe a la “tentación de replegarse en uno mismo”, la casa viene a recordarnos que “no nos salvamos solos”, en palabras de Tíscar Espigares, quien también agradeció el apoyo decidido del Cardenal Carlos Osoro para hacer realidad este sueño: “esta casa siempre estará vinculada a su nombre”, subrayó. Por su parte, el cardenal Osoro agradeció el “empeño y tenacidad incansables” de la Comunidad de Sant’Egidio para hacer de esta ciudad un lugar más humano. También recordó que rezar el Padre Nuestro es una invitación a no olvidarnos de quienes pasan necesidad, porque son nuestros hermanos. Puso de manifiesto la importancia de que existan cada vez más lugares donde esta fraternidad pueda vivirse de forma concreta. Andrea Riccardi continuó sus palabras diciendo que cuando el Padre Nuestro se hace vida significa precisamente “Fratelli Tutti”.
Vivir la fraternidad con todos, especialmente con los más pobres, en la calle, en el encuentro y la amistad es algo que nuestra Comunidad ha vivido durante más de medio siglo y es la vocación de esta casa. Pero no es suficiente vivir la fraternidad en la calle. Se necesitan casas, porque las familias maduran cuando tienen una casa común.