No era nada obvio. No lo era para Kelly (nombre falso), del mismo modo que no lo es para muchos niños –y niñas– que viven en América Latina, en medio de pobreza y violencia, entre el sueño de un futuro mejor y el espejismo de la emigración: hablamos del título en Óptica y Optometría que Kelly, una de las primeras niñas que gozó del programa de Ayuda a Distancia de la Comunidad de Sant'Egidio, obtuvo hace unos días en la Universidad de San Salvador.
Un hito importante para ella, pero también para su numerosa familia –padres y ocho hijos– que viven en uno de los barrios pobres y problemáticos de las afueras de la capital, Soyapango.
Las condiciones socioeconómicas de sus padres habrían podido hacer fácilmente de ella una de las miles de niñas que abandonan la escuela en los primeros años de la escuela primaria. Forman un verdadero ejército en El Salvador, donde los datos anteriores a la pandemia ya indicaban una elevada tasa de abandono escolar, agravada dramáticamente por el covid-19: estamos hablando de 100.000 estudiantes que, después de 13 meses de cierre de las escuelas, no han regresado a los pupitres. Es el 10% de la población escolar del país (datos del Ministerio de Educación salvadoreño)
Pero cuando tenía solo cuatro años, Kelly fue «apadrinada». La ayuda regular que recibió la familia permitió que aquella niña que mostraba entusiasmo por estudiar y un gran deseo de aprender cosas nuevas continuara la escuela.
La ayuda regular y constante del programa de Sant'Egidio permitió a Kelly, año tras año, continuar sus estudios con éxito hasta la Universidad. Hace unos días, se graduó con matrícula de honor y ya ha encontrado un trabajo que también le permite ayudar sustancialmente a su familia.
En realidad, no era obvio que una niña de Soyapango llegara tan lejos, pero tampoco era imposible: gracias al apadrinamiento, con un poco de ayuda constante, se pueden lograr resultados de gran impacto humano y social.
MÁS INFORMACIÓN SOBRE EL PROGRAMA DE AYUDA A DISTANCIA DE LA COMUNIDAD DE SANT'EGIDIO
