Era una cálida jornada de primavera en Roma, el 13 de mayo de 2002, cuando en la sede de Sant’Egidio de Roma, en el antiguo barrio de Trastevere, 23 organizaciones contra la pena de muerte crearon la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte (WCADP).
Fue la aplicación de un punto crucial de la Declaración final del Primer Congreso Mundial contra la Pena de Muerte que se celebró en Estrasburgo en 2001 por iniciativa del ECPM. La Declaración Final representó un punto de convergencia en la defensa definitiva de los derechos humanos, especialmente para llegar a la abolición universal de la pena de muerte con una moratoria de todas las ejecuciones de condenados a muerte del mundo como paso previo. Hubo un intenso debate, pues por aquel entonces el movimiento estaba dividido en todo el mundo. De hecho, no había un movimiento sino una constelación de personas de buena voluntad, algunas de ellas –por aquel entonces– con una red internacional, como Amnistía Internacional, Penal Reform Internationale, FIDH, Sant’Egidio, algunos activistas a nivel regional o nacional, ACAT, Hands off Cain o la National Coalition Against the Death Penalty USA, Forum 90 en Japón, Madres Contra la Pena de Muerte de Uzbekistán, Barreau de Paris, Journey of Hope, ECPM o CURE.
22 organizaciones firmaron el certificado de nacimiento y 11 entraron en el Comité Directivo. Lista de organizaciones
Los dos objetivos –abolición y moratoria de las ejecuciones– fueron adoptados como parte del ADN de la coalición (WCADP), como dos aspectos de una misma lucha. Fue un gran paso: era el primer borrador de Estrasburgo que contenía como objetivo exclusivo la "abolición". ¿Por qué fue tan importante? En cada uno de los países, activistas y organizaciones muchas veces no colaboraban porque el objetivo de la moratoria se consideraba "demasiado modesto" y una manera implícita de aceptar, en circunstancias concretas, la pena capital.
Si el objetivo de la moratoria no se hubiera incluido en los objetivos de la futura coalición, el enorme cambio a nivel mundial que impulsó la resolución de la Asamblea General de la ONU sobre la moratoria, que se aprobó por primera vez en 2007, habría sido totalmente independiente del trabajo de la WCADP. El movimiento contra la pena de muerte no existía por aquel entonces y Sant’Egidio asumió la responsabilidad de crearlo mientras seguía luchando e intentaba derrotar la pena de muerte, superar la división entre "abolicionistas" y "partidarios de la moratoria", locales, nacionales e internacionales, y unir a grupos de presión institucionales e iniciativas de acción y de base.
En 2002 47 países ratificaron el Segundo Protocolo Opcional del Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos, el único documento internacional vinculante que contiene un "no" radical a la pena de muerte. Actualmente lo han ratificado ya 90 países del mundo. Por aquel entonces se podían denominar "abolicionistas" 73 países. Hoy, como sabemos, unos 144 países no aplican la pena de muerte. Hay 34 nuevos países totalmente abolicionistas desde 2002 y, tras la resolución de la moratoria de la Asamblea General de la ONU de 2007, también hay 10 estados de EEUU abolicionistas y 3 moratorias totales. Como pueblo de Sant’Egidio estamos felices por haber contribuido a la abolición de la pena capital en varios estados de Estados Unidos, en varios países de África y en Mongolia, y por haber sumado al movimiento la Jornada Mundial de Ciudades por la Vida contra la Pena de Muerte y las Conferencias Internacionales de Ministros de Justicia, que han resultado ser poderosas herramientas para terminar algunos procesos de abolición y derogación de la pena de muerte.
Sin un movimiento que paso a paso, también gracias a la WCADP, empezó a moverse como organismo con actuaciones multinivel ante los procesos de abolición, tanto a nivel de base, cultural y de movilización, como a nivel de presión institucional, de arriba abajo y de activismo de calle, apoyando o potenciando el trabajo de las distintas organizaciones, la pena de muerte hoy sería aún mucho más potente.
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