Durante muchos años, Sant’Egidio ha estado visitando y ayudando a ancianos en el área de Balaka, apoyándolos en sus necesidades: alimentación, salud, vivienda y otras necesidades. Con el tiempo, ha nacido una amistad que ha vinculado cada vez más a los jóvenes de la Comunidad con los ancianos y ha generado una red de seguridad para sus vidas, no solo para dar respuesta a sus necesidades sino también para protegerlos de la violencia a la que son sometidos.
Balaka es una zona muy rural de Malaui, donde la población vive principalmente de la agricultura, los jóvenes se van a vivir a la ciudad tan pronto como pueden y los ancianos se quedan solos. A menudo viven de limosnas o de algo que consiguen juntar de entre los restos de los mercados. En ocasiones son acusados de brujería por su longevidad, sufriendo violencia que a veces les lleva a la muerte.
Lamentablemente, por diversos motivos, algunos acaban viviendo en la calle. A veces con las lluvias sus casas se derrumban, otras veces no pueden pagar el alquiler o incluso son expropiados de su casa por familiares que se apoderan de ella. La necesidad de hogares para ellos crece día a día. Gracias al legado de una anciana italiana a la que se le explicó las condiciones de vida de sus coetáneos en Malaui, fue posible construir una hermosa casa familiar de tres habitaciones, que albergará a 5 personas.
Lucy, Malingamoyo y su esposo, Mzunga y John traspúan alegría por el nuevo hogar. Lucy, de 73 años, había perdido su casa debido a las fuertes lluvias del año pasado y estaba durmiendo en refugios improvisados en la calle. Saludó desde la entrada de la nueva casa diciendo: "Nunca en mi vida pensé que podría tener una casa como esta y una familia que me ama. Dios os bendiga". El hogar Balaka es la segunda "casa familia" para ancianos de Sant’Egidio, después de la inaugurada en Blantyre, también en Malaui.
La inauguración se realizó con motivo de la V Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el papa Francisco.