Entre los contenedores sucios, la basura y las barracas o en las plazas de la ciudad de Tegucigalpa, la Comunidad de Sant'Egidio lleva comida a tantos que han quedado en la calle como consecuencia de esta crisis sanitaria. Junto con la comida, nunca faltan geles y mascarillas antibacterianas, para prevenir la propagación del virus.
Desde marzo, cuando comenzó la crisis socioeconómica a causa del coronavirus, estas distribuciones se han realizado tres veces por semana en las zonas marginales de la capital del país. Se estima que se han llegado a encontrar más de diez mil personas en las colonias Kennedy, Alameda y Miraflores; Mercado de Jacaleapa, avenidas Juan Pablo II y Morazán; Centro Histórico, Parque El Obelisco, en la Séptima Avenida y en el Parque La Libertad, en Comayagüela.
Honduras en la era de la Covid
Honduras sigue sufriendo mucho por la propagación de la infección que produce la Covid. Después de Panamá, es el país centroamericano que registra el mayor número de infectados (73.840) y fallecidos (2.271). El propio presidente, Juan Orlando Hernández, dio positivo.
A mediados de septiembre, después de casi tres meses de confinamiento, Honduras reabrió su actividad económica. Sin embargo, se teme que la reapertura haya aumentado aún más las infecciones, por los datos de los últimos días.
La situación general del país es muy crítica. Por un lado, existe una profunda desconfianza hacia el gobierno. La gran mayoría de la población está convencida de que no ha podido resolver los problemas sanitarios ni responder a las necesidades de las personas más vulnerables.
El director del Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (Ciprodeh) - organismo autónomo que goza de gran credibilidad - declara que “Se subestima el número de infectados. El número de casos confirmados puede parecer bajo, pero en realidad somos el país de Centroamérica que ha realizado menos tests. Es probable que el número real sea mucho mayor”.
Durante el largo período de encierro, la imposición (justa) de restricciones muy estrictas en cuánto al movimiento de la población ha dejado al descubierto muchos de los problemas sociales del país.
El 70% de la población hondureña vive de la economía informal. Las consecuencias de no poder salir de casa en este contexto han sido nefastas. Al no poder trabajar en la calle, muchas familias se han quedado sin comida ni recursos para comprar nada.
Como consecuencia de la crisis alimentaria, en los últimos meses se han producido ataques a camiones que transportaban alimentos para los supermercados, especialmente en las ciudades más grandes y en la capital, Tegucigalpa.
Hasta hoy, miles de mujeres y niños se encuentran en las calles de Tegucigalpa pidiendo limosna para comprar comida. Muchos han perdido sus puestos de trabajo y no han encontrado suficiente apoyo de las instituciones.
A la grave emergencia alimentaria se le suma la preocupación por la falta de personal sanitario capaz de intervenir si hay un aumento de infecciones. Según cifras proporcionadas por la Asociación Médica Hondureña, el 40% del personal sanitario del país fue infectado y afectado de Covid entre mayo y julio de este año. Los médicos denuncian la falta de equipos de protección adecuados en los hospitales y también el uso incorrecto de mascarillas por parte de la población.
En esta situación, es necesario intervenir para apoyar a la población y ayudar a los más pobres y marginados a afrontar los próximos meses, probablemente difíciles.