La crisis de salud relacionada con la propagación del coronavirus en África, golpea en áreas marcadas de hace tiempo por la pobreza y los conflictos. Es el caso de Mali, un país muy pobre de la zona del Sahel. Una guerra civil en el centro y en el norte del país, donde se confunden las tensiones étnicas constantes con la tensión producida por los ataques islamistas en los últimos años, ha producido grandes masas de desplazados internos.
En el campo de refugiados de Faladié, en las afueras de la capital, Bamako, la vida es extremadamente precaria, al límite de la supervivencia. Además, la rivalidad entre los dos grupos étnicos principales del campamento ciertamente no ayuda a una coexistencia ya de por sí complicada. Se trata de los Dogon y los Peul, los primeros en su mayoría criadores, los segundos sobretodo dedicados a la agricultura. Recientemente, un incendio devastó el campamento, agravando aún más la situación.
La presencia de Sant'Egidio es un elemento de ayuda, pero también de pacificación. La tonelada de alimentos y otras necesidades básicas entregadas hace unos días, junto al inicio de los cursos de prevención de la epidemia Covid-19, son una ayuda real y también un elemento de pacificación. De esta manera se abre, aunque con dificultad, un nuevo capítulo de convivencia entre las dos etnias. Ambas saben que pueden contar con la Comunidad, que no se preocupa por el origen étnico y cree en la inclusión y la solidaridad.
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