En Hong Kong (China) las escuelas y las iglesias están cerradas desde hace días a causa de la difusión del coronavirus. Para los pobres, la vida es especialmente dura: por las calles desiertas quien no tiene casa tiene aún más dificultades que antes para procurarse comida. Y no tener el material para luchar contra el contagio –mascarilla y desinfectante– además de exponer al contagio, aumenta el aislamiento.
Gracias a la solidaridad de Comunidades de otros países (en particular Italia e Indonesia) en Hong Kong ha llegado este material, que allí ya no se puede encontrar.
Estos días, vamos a todas partes para repartir las mascarillas a los niños de la Escuela de la Paz y a sus familias (mayoritariamente inmigrantes), a los ancianos y a los pobres que viven en la calle. En un tiempo en el que los encuentros son raros, ha sido una oportunidad de degustar una vez más la alegría de una fraternidad que no quiere olvidar a nadie.