La Noche de los Cristales Rotos, la Kristallnacht, entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938, representa el inicio de la deportación de los judíos que desembocó en la muerte de más de 6 millones de personas durante la Shoá. Lo recuerda la marcha silenciosa de la Comunidad de Sant'Egidio de Barcelona
Una marcha en silencio titulada "No hay futuro sin memoria" cruzó el antiguo barrio judío de Barcelona para recordar la gran tragedia de la Shoá durante la Segunda Guerra Mundial.
"Esta es una ocasión para distanciarse de un lenguaje de odio y de una propaganda que hacen más dura la convivencia y abren las puertas a actos de violencia", recordó Pere Sobrerroca, de la Comunidad de Sant’Egidio, antes de empezar la marcha.
En el acto se oyeron las voces de dos testimonios. Dory Sonheimer recordó a su abuelo, que murió por un infarto provocado por la angustia y el horror de la Noche de los Cristales Rotos en Praga. Mercè Sanz habló de su reclusión en los campos de concentración de Ravensbruck y Auschwitz, donde vivió de los 6 a los 12 años, y donde fue objeto de experimentos médicos.
Los Jóvenes por la Paz leyeron su testimonio: "No jugábamos, no teníamos fuerzas para hacer nada. Yo a duras penas caminaba. Nadie nos besaba, nadie nos acariciaba". Tenía un deseo profundo: "Necesitaba alimentarme de cariño, de ternura, de alegría... después de tanto sufrimiento, de todo tipo de angustia y de miedo". No quiso que el dolor que había sufrido de niña, los horrores que vio, fueran la última palabra.
Jaume Castro, de Sant’Egidio, se preguntó: "¿Quién tendrá memoria para explicar lo que sucedió?", y pidió a todos que reaccionaran a la inercia del racismo y al antisemitismo con la memoria, respondiendo al mal con el bien, empezando por la memoria. Como hacen los Jóvenes por la Paz, que pasaron un vídeo sobre la reciente peregrinación que hicieron a Auschwitz. "No hay futuro sin esperanza", que tiene sus raíces en la memoria, dijo en conclusión Armand Puig, rector del Ateneo Universitario Sant Pacià, que participó en la marcha.