El miércoles 4 de septiembre una conmovedora oración en el barrio Gótico de Barcelona despidió a Manuel Valverde, un amigo de la calle, que Sant’Egidio visitaba desde hace muchos años en la plaza de Sant Pere de les Puel·les, una de las más antiguas de la ciudad y que Manuel había convertido en su "casa".
Allí había encontrado la serenidad que buscaba marcado por una vida dura y llena de sufrimientos. Manuel había creado a su alrededor una red de amistad, y como le gustaba decir: “siempre hay buena gente que me trae un café con leche o una ducha”. Muchos amigos de Sant’Egidio recuerdan los siete años de fiel encuentro, de amistad. Recuerdan su gusto por los bocadillos que recibía (“de jamón a poder ser”), la dificultad por aceptar unas gafas nuevas (con 7 dioptrías), a pesar de que no viera más allá de su maleta y su manta.
Vivió una gran alegría la Navidad del 2013. Decidió participar a la comida de Navidad. "¿Cómo se come esto?". Era la primera vez que comía canelones. Recordó la comida de Navidad durante meses.
La oración por Manuel reunió a muchas vecinas y vecinos del barrio, comerciantes, y personas que le visitaban al pasar por la plaza, y terminó con una ofrenda de flores en el rincón que ocupó durante años. Manuel ha formado parte del paisaje cotidiano de la plaza. Atado a su maleta desde la puerta de la iglesia, en un banco o finalmente desde el pedrisco donde guardamos su recuerdo, ha enriquecido a muchas personas del barrio con su amistad, ha sabido detener el ritmo acelerado de los pasos de muchas personas para que la ciudad sea más humana.
Muchas personas –de todo el mundo– lo conocieron gracias a la hermosa fotografía de la celebración de su cumpleaños, publicada en esta web hace años. Su rostro, iluminado por la luz de las velas, está grabada en nuestros ojos para recordarnos la necesidad de ternura y de fraternidad que tienen muchas personas que viven en la calle.